El adjetivo valetudinario, según la acepción que nos muestra el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, hace alusión a alguien enfermizo, delicado, de salud quebradiza, incluso al que sufre lo que se denominan “achaques de la edad”.
En muchas ocasiones, se han escuchado referencias, a la hora de renovar las listas con las que se presentan los partidos políticos a las elecciones, sus propios líderes o los órganos de dirección, con una indicación expresa al valor de la juventud, o a dejar paso a “savia nueva”.
No dejan de tener razón estos comentarios, dado que, a mi juicio, es preciso la energía, la vitalidad, la mente fresca, el empuje necesario para acometer con fuerza nuevos proyectos.
Esto, posiblemente no sea, de manera expresa, contradictorio con la edad biológica de los seleccionados. Más bien tiene que ver con las cualidades, las ganas, el torrente de ideas que se puedan desprender y poner en marcha.
Además es, también desde mi punto de vista, un punto sustancial a favor, la experiencia (o en contra si esta fuese negativa).
Por eso, a veces se ha escuchado hablar de “jóvenes viejunos” o de gente adulta en su máximo esplendor.
Por eso, vemos el respeto que se ha tenido en otras culturas y en otras épocas a los dictados de la gente que podía enseñarnos mucho con la demostración práctica de su evolución vital y profesional.
Por eso, no nos sorprende ver en altos puestos a personas muy avezadas, como tampoco debería llamarnos la atención que en esos mismos lugares estén chicas y chicos de mucha menor edad pero de altísima cualificación y empeño por sacar adelante todo lo que se les ponga encima de la mesa.
Y por esa misma razón, no sólo es importante llegar y mantenerse, sino, a su vez, dejarse aconsejar, rodearse, en definitiva, contar con todas aquellas personas que, independientemente de su procedencia, de su edad o de su trayectoria, sean capaces de enriquecer los organigramas de los planes que estemos diseñando.
De esta forma, no nos interesan personajes, como señalaba anteriormente, valetudinarios, enfermizos, que se quejen, que estén por estar, pero que no aporten.
Se precisa el valor del trabajo. La conciencia de que nos eligen o aceptamos estar en determinados órganos de decisión ( o colaboramos desde fuera con nuestro apoyo) sencillamente mostrando y demostrando que las aportaciones que presentamos tienen como objetivo conseguir que el conjunto de las organizaciones mejoren.
Es esta la única forma que conozco y valoro de estar en los sitios. Contribuyendo con lo que sepa hacer para, desde la humildad de mi capacitación, lograr que los que me rodean sientan como propio aquellos que nos hará crecer-
De esta manera, se combate la debilidad, la salud quebradiza de los propósitos que con el tiempo quedan encasillados si permanentemente no se renuevan o fortalecen.