Con el debate en torno a los delitos de odio que hemos tenido la pasada semana en Extremadura, observo en la derecha una actitud emoliente. Es decir, que trata de ablandar la dureza del objetivo de los discursos, del contenido que llevan implícitas determinadas actuaciones que pasaremos a analizar.
En el caso de la acogida en Mérida de un número de inmigrantes llegados a España, vamos a insistir, como lo venimos haciendo últimamente, en la necesidad de educar en valores. Y no por el mero hecho de la recurrencia. Al contrario, lo hacemos porque entendemos de suma necesidad recalcar que no se tratan de caprichos sobrevenidos de estos seres humanos.
Vienen a nuestra tierra por absoluta necesidad y como comentaba uno de ellos en televisión, porque en África ya están muertos en vida. No tienen, por consiguiente, nada que perder.
Sin embargo, desde las derechas parece que se pretenden hacer una selección. Sólo los ricos o los que puedan emplearse como mano de obra barata ( esclava se decía en otras épocas) se les podría autorizar o permitir venir y estar aquí.
Así pues, educación junto a solidaridad ( bonito término para llevarlo a cabo) deben caminar juntos. Sobre todo porque estamos hablando también de asuntos relacionados con los Derechos internacionales y Humanos.
Hay que tener Memoria. Los extremeños hemos sido un pueblo de emigrantes. No hace tanto tiempo ( a partir de la década de los 60 del pasado siglo), contribuimos al desarrollo del norte de España y de la capital del Estado. Fueron miles nuestros paisanos los que se desplazaron a trabajar a Cataluña, al País Vasco, a Madrid… otros tantos lo hicieron a Alemania, a Francia, a Suiza…
Muchos de nuestros jóvenes están saliendo ahora a los mismos lugares a buscarse la vida.
Pregúnteles a ellos si les parece bien identificar inmigración con criminalidad. A mi juicio, me parece una apelación muy peligrosa por las reacciones o llamadas de rechazo hacia estas personas que puede ocasionar.
La realidad concreta es otra. Si un delincuente comete un delito es juzgado, sancionado o penado. Ya sea extremeño, español o de cualquier otro lugar de nuestro país.
En definitiva, no podemos permitir que se lancen soflamas contrarias a la convivencia. Necesitamos, en una época de tan baja natalidad y envejecimiento de la población autóctona, la llegada de emigrantes. Pero además, tenemos la lección de la Historia que nos enseña a corregir errores. No tratemos mal a la gente, como quizás en otros momentos hemos sido tratados nosotros. Evitemos, contagiar de rechazo lo que puede, sin duda, ayudar a seguir creciendo, tanto material como moralmente.