Durante los años que he sido diputado en la Asamblea de Extremadura he escuchado, en multitud de ocasiones, que nos hallábamos ante el denominado “ templo de la palabra”.
Sin embargo, hace unos días y en ese mismo espacio, la posible candidata a la presidencia de la Junta de Extremadura, ha pronunciado unas declaraciones que contradicen, de manera absoluta, el valor de ese concepto.
Si, como indicaba, unos instantes antes, su líder nacional, el Sr. Feijoó, nos encontramos en unos momentos en los que la palabra de los políticos no vale nada, viendo los hechos posteriores no podemos averiguar si sube o si baja. Pierden, no sólo la credibilidad actual sino que cada vez, que María Guardiola haga cualquier propuesta ha dejado sembrado el camino de la duda.
Siempre habrá una excusa para justificar que donde dije “digo” ahora digo “ diego”. Lo intenta justificar señalando que antepone el presunto interés de los extremeños. Pero a nadie, y ha quedado en evidencia, a nadie se le oculta que sus compañeros de viaje, la extrema derecha, ha conseguido domesticar a los que han venido llamando la “ derechita cobarde”.
Una vez que ha pasado de “pantalla”, pasa también de la indignación a la cuchipandi. Del jamás los dejaré entrar en mi gobierno a ser un partido cuyos principios compartimos. Va costando enseñar dientes, que se vislumbren las sonrisas compartidas. Pero todo llegará. Por el interés de los extremeños. Si bien nos deja perplejos, una y otra vez. Por ejemplo, ante una pregunta de los periodistas esta semana, Guardiola insistía en que seguía pensando lo mismo que dijo en su comparecencia el día de la constitución de la Asamblea: “ mis principios son los mismos”. ¿ En qué lugar quedan tanto VOX como el PP?
Mientras, su compañero Juanma Moreno Bonilla le recordaba a principios de esta semana una realidad, como axioma político, “ se ha tragado sus palabras”.
El cuento de la dignidad, la acusación del trazo grueso, queda como ejemplo de lo que no podrá enseñar a sus hijos.
Uno de los personajes de la novela “Nunca” de Ken Follet decía lo siguiente:” la mayoría de los votantes sólo entienden los mensajes que se pueden estampar en una camiseta”.
Esta parece ser la lección que hemos aprendido de la lideresa del Partido Popular en Extremadura. No profundicemos, si al fin y al cabo, las palabras dichas con contundencia sirven para trasladarse a los que quieran escucharlas, a los que quieran creerlas, simplemente en momentos muy puntuales y en procesos que sin pudor puedan cambiarse.
A la espera de que nos olvidemos de este asunto, va a resultar que el cambio que según ella pedían los extremeños era el de su opinión en un momento concreto. ¿ Cuál será el próximo?