Decía el profesor Juan Avilés que los historiadores cada vez conocen más sobre las cosas del pasado. El problema es que no se ponen de acuerdo para interpretarlas.
Eso es precisamente lo que sucede, no únicamente con “ las cosas del pasado” sino también con las realidades más cotidianas.
De esta manera, cada vez que escuchamos o leemos las noticias de actualidad, nos damos cuenta, por un lado en cada canal interno en el que nos informemos, cómo las distintas fuentes o bien los posibles afectados por un hecho noticiable, difieren sustancialmente acerca de lo acontecido.
Por otra parte, si nos fijamos en los medios, ante una misma noticia las reseñas son cada vez más matizables.
Eso por no hablar de las redes sociales. Aquí, haremos un paréntesis reflexivo. Da igual que publicites lo que quieras: sea positivo, sea negativo. Te encontrarás con respuestas que aplauden lo que narras pero en muchas ocasiones aparecerán, sin necesidad de ser llamados, al reclamo más que de la noticia, del anunciante, un elenco de comentarios negativos, más bien destructivos, en aras de eliminar la posible propaganda.
Lo malo de todo esto, es que buena parte de las veces no estamos hablando de interpretaciones, sino simple y llanamente de obsesiones por suprimir al contrario. Se echa de menos una base argumental que pueda rebatir lo que tú expones con razones. Evidentemente no podemos generalizar. En raras ocasiones te encuentras con gente deseosa de contribuir al debate. Es entonces cuando se hace más productivo el intercambio de ideas. No por el poder de convicción sino por ratificar que la realidad descrita no tiene porque ser absoluta o como se dice coloquialmente “ para gustos los colores”.
Quizás el silencio de limitarse a dejar pasar el tiempo sea tan perjudicial para la pluralidad como el hecho de intoxicar continuamente con el agobio persistente de criticar por criticar.
Prefiero asistir al desfile de distintas visiones o sencillamente de diversidad de opiniones con elementos que me permitan discernir cuál es la que voy a optar como preferente.
Así pues, frente a la ponfificación, la descripción. Frente a la imposición, la interpretación.