Hay veces en la vida en la que nos parece que cualquier cosa que se diga es un ataque hacia los valores que uno mantiene. Es lo que en términos coloquiales solemos expresar como tener la “piel muy sensible” o cuando se quiere descalificar, sentirse “ ofendidito”.
Viene esta introducción a colación porque sería conveniente apreciar las cosas en su justa manera. Las críticas, siempre que se hagan argumentadas, deben servirnos para estimular nuestro trabajo cotidiano.
No necesariamente tienen por qué ser certeras. Ni siquiera tenemos porque aceptarlas tal como se plantean. Es más, quizás no te sientas aludido por muchas de las que se hagan al considerar que no son correctas.
Por otra parte, en un sistema democrático como el que nos vanagloriamos sostener, lo importante es que todos podamos expresarnos con libertad. Aunque no nos guste lo que escuchemos.
Es más importante, a mi juicio, poder replicar. Contestar con actos. Con obras. Con acciones.
Además, somos propensos a las generalizaciones. Cuando no todos somos iguales en nuestro comportamiento. Así pues, a la hora de etiquetar, está muy claro que quien se molesta, es porque se siente afectado.
No es menos cierto, que en un amplio discurso suele resaltar la anécdota y no el conjunto de lo expresado. Mejor haríamos en profundizar en el análisis de todo lo que se cuenta y en opinar sobre todo ello ( y no centrarnos únicamente en aquello que demagógicamente se puede instrumentalizar en negativo).
Por eso hablaba en el título de la columna de profilaxis. De prevención en definitiva. Habituados, decía a un estilo defensivo, no nos percatamos que la prevención de las críticas se puede combatir desde el trabajo adecuado diario.
Así, dentro del contraste de pareceres, siempre podrás definir tu trayectoria. Ni se pueden generalizar las críticas a un colectivo por una presunta negligencia. Ni tampoco se puede atacar al mensajero, que cargado de razones ( sus razones) nos viene a indicar un camino que puede ( o no) servirnos para enderezar el rumbo.
Al menos, no conviene desde la mediocridad o la simpleza salir con un altavoz para recordar sólo aquello que nos gustaría oír ¿ o eso esperábamos que nos digan siempre?