Utilizando una expresión que formó parte de uno de los libros de Noam Chomsky, vivimos en una sociedad en que a través de la publicidad y la propaganda se pretende controlar, encubiertamente, a la opinión pública, convirtiéndonos en meros espectadores.
Así, ya sea a través de las élites políticas, sociales o económicas, o ya sea a través de la difusión de mensajes por medios de las redes sociales, relegamos la toma de decisiones, en muchos de los aspectos de nuestras vidas, a lo que escuchamos, vemos o leemos en estos medios.
De esta forma, y como hemos insistido en otros artículos, aparecen opiniones de la gente, aparentemente científicas o al menos mostradas con una enorme sensación de credibilidad, que únicamente tienen el basamento en lo que se difunde a través de lo que hemos venido a denominar consenso manufacturado.
Y es que, tomando como referencia de nuevo a Chomsky y como podemos ver reflejado en la película Captain Fantastic, nos definen nuestros actos, no nuestras palabras.
Por eso cuando vemos ultrajado, despedazado, insultado… a cualquier contrincante, no podemos dejarlo pasar sin reflexionar, cuanto menos, en que detrás de palabras acusatorias está el acompañamiento del ejemplo, de la actividad y de la acción cotidiana.
Es decir, hay que asociar al imaginario que construyamos sobre las personas, no las leyendas, no solamente las opiniones, no únicamente construcciones mentales, sino a la vez la muestra de los hechos que hacen posible que el individuo en cuestión sea o no un referente.
En definitiva, lo que conocemos como opinión pública, es maleable. Se puede manipular como resultado de la delegación, voluntaria o no, de la toma de decisiones. Influidos como estamos en que la responsabilidad lleva acarreado una tarea para la que hemos depositado nuestra confianza en otros, nos dejamos llevar, en multitud de ocasiones, sin pararnos a pensar qué es lo que estamos haciendo.
Es importante la fuerza de lo colectivo, lo cual no significa que cada uno de nosotros no tengamos que hacer un análisis de nuestro modos de vida. No vale que sea meramente por seguir la corriente o porque alguien, al que admiramos nos lo aconseja, sugiere o recomienda.