Ahora que acabamos de celebrar el aniversario de la actual Constitución, creo que es un buen momento para reflexionar en torno a lo que costó su nacimiento. Es decir, analizar su origen y lo que supuso. Al margen de los puntos de encuentros habituales que se suelen citar, es preciso recordar que la principal aportación es la vuelta de la Democracia y que ésta no surge por generación espontánea.
Por esa razón es fundamental insistir en el entorno de la Educación sobre la necesidad de aprender la Historia de la Democracia en España. El objetivo tiene que ser, lograr conseguir crear conciencia y que las generaciones más jóvenes puedan ejercer, no solamente asimilar, lo que representa la ciudadanía democrática.
Y lo tienen que hacer fundamentalmente para evitar un peligro que constantemente nos acecha. Y no sólo a España. Nada más tenemos que ver lo que sucede en varios países europeos donde el resurgir de las extremas derechas, con comportamientos autoritarios, tratan de bloquear el camino hacia la consolidación de los derechos adquiridos durante décadas.
Es ahí, en la práctica de un juicio crítico hacia las formas y conductas antidemocráticas donde tendremos que hacer el mayor hincapié. Y si la Memoria Histórica consiste básicamente en hechos, la Memoria Democrática representa los valores que queremos consolidar.
Así, en una trayectoria cronológica de conquista, pérdida y recuperación de derechos, podemos viajar por una Historia de avances y retrocesos.
Son las Constituciones de 1812, 1869, 1931 y 1978 las que representan los principales jalones de la lucha por la libertad. De la censura por las distintas maneras de su represión.
Y es, precisamente en la perspectiva de género, en la coeducación y en la lucha de las mujeres por alcanzar los derechos de ciudadanía, donde podemos ver uno de los más interesantes referentes. Y que no podemos permitirnos perder, ni deteriorar, ni cuestionar.
De esta manera y a modo de conclusión, hay veces que nos dispersamos en la utilización de los conceptos. Ya sea para ensalzarlos. Ya sea para vanagloriarlos. Pero de lo que no tendríamos que dudar es del hecho de que las cosas importantes ( y la Constitución lo es) no tienen un antecedente único. Es el resultando de una larga lucha en el tiempo. Es, por consiguiente muy valioso que si, de verdad, valoramos la vida en Democracia, sepamos conocer cómo hemos llegado hasta ella, qué representa y qué peligros la rodean en nuestros días. Hagámoslo desde la práctica.