Como todos los veranos, en realidad, como en cada lapso de tiempo que queramos medir, se suceden una serie de acontecimientos ante lo cuales se suelen producir, cuanto menos reacciones inmediatas, proyecciones de intenciones, denuncias o exaltaciones de ánimo que con el tiempo o se suavizan o se van diluyendo acaparados por nuevos titulares.
Pero de lo que nada cabe la menor duda es sobre la responsabilidad, no solamente de los servidores públicos, sino también de Asociaciones, colectivos y en muchas ocasiones de la ciudadanía en general.
Disfrutando de un tiempo mayoritariamente de descanso y como se tiende a precisar, de desconexión, sería propicio para que nos inhibiéramos, para que dejáramos las preocupaciones para nuestras vueltas a las rutinas o para que egoístamente pensemos en clave individual.
Sin embargo, no es lo que, afortunadamente ( siempre hay excepciones), se ha producido: hemos tenido catástrofes naturales, incendios, inundaciones, crisis internacionales como la de Afganistán, búsqueda de soluciones a los menores de los países vecinos del Sur que atravesaban nuestras fronteras… y ahí hemos procurado estar, atendiendo sus reivindicaciones, colmándonos de solidaridad, interesándonos por otras vidas muy diferentes a las nuestras, viendo en muchos rostros la imagen de gente que no ha tenido la fortuna de nacer donde nosotros. Comprometiéndonos.
Eso sí, muchos han huido de sus obligaciones ( ahora que tanto se habla de derechos y de libertad) y han mirado a otro lado ante la gran desgracia que padecemos en los últimos meses con la pandemia del COVID-19. Ha sido lamentable ver como cientos, miles de vándalos, una y otra vez desoían el cumplimiento de las mínimas normas que hemos tenido que asumir y que ir acostumbrándonos a adoptar por el interés general.
En lugar de eso, se ha encontrado una nueva diversión para, fundamentalmente algunos jóvenes, dedicar sus noches de estío a enfrentarse a las fuerzas de seguridad, destrozar el mobiliario público, concentrarse masivamente y sin ningún tipo de medida de contención, en un puro alarde de confrontación.
Es esa minoría ruidosa que rompe estadísticas. Que ahora se muestra exhibiendo una falsa rebeldía detrás, en numerosos casos, de una vida cómoda. Que luego se lamenta cuando las consecuencias de su afrenta le tocan directamente.
No mancharán el reto que nos hemos puesto: luchar contra todo aquello que se desvía del progreso. Hoy contra la COVID-19. Ayer y siempre contra cualquier acontecimiento o asunto que nos deshumanice. Ante eso, sólo cabe comprometerse.