En esa fina línea que diferencia el espectáculo de lo que en realidad es útil, surge el interrogante sobre lo que de verdad quiere la gente ver en nuestros representantes públicos. En primer lugar, no creo que nos quieran ver con cara perenne de enfadados. Si bien, por otro lado, es cierto, que la moderación parece, en términos mercantilistas, no vender.
Así, nos encontramos en muchas ocasiones con algo parecido a un concurso para comprobar quién es más ingenioso. Se trata de reírnos las gracias y de aplaudir el tono agresivo. Gana quien machaca.
A veces, se llega a rebajar tanto el nivel no sólo para que la mayoría de la gente nos comprenda, sino para que tampoco deba esforzarse en comprendernos. Es el elogio de lo simple. La cultura del no leer. Ni tampoco escuchar ni ver. En este sentido alguien me confesaba que no tenía tiempo para ver los vídeos que se comparten y que por lo tanto, sugería hacerlos lo más breves posibles. No se te ocurra profundizar que el personal desconecta.
Claro que no podemos generalizar. Y son muchos los políticos preparados, respetuosos, bien hablados, informados, trabajadores… pero también los hay que se dedican habitualmente a mostrarnos una edificante imagen como la de golpear como hooligans sus escaños.
Muchos han invertido buena parte de su vida en formarse en temas relacionados con la vida pública. Algunos desde jóvenes, partiendo prácticamente de cero han llegado, con su continuo empeño, a ocupar grandes puestos de responsabilidad. Otros han traslado sus buenas prácticas de la calle, de su trabajo, de sus relaciones al entorno político.
Sin embargo, me da la sensación de que deberíamos esforzarnos más para conseguir no despreciar la inteligencia. No me estoy refiriendo a buscar en exclusiva la excelencia o a reducir los espacios públicos a una élite. Valorar la entrega, la dedicación, la capacidad… no es incompatible con recuperar para la política a los líderes de sus ámbitos profesionales: médicos, eminentes juristas, profesores, artistas y gente de la cultura, dirigentes vecinales… En lenguaje coloquial “ lo mejor de cada casa”.
Todos ellos deberían tener cabida en puestos relevantes. Habría que preguntarse por qué no están. Pero eso sería objeto de una disquisición mayor. Queremos volver a verlos.