Conceptos como recuperación de la Memoria Histórica o su contrapeso, la Memoria Democrática, han sido en los últimos años muy manidos, incluso polemizados. Ahora, que las segundas generaciones han fallecido en su mayoría y que sólo perviven los nietos de las víctimas ( eso sí, con mucho interés y entusiasmo por tener presente el legado de sus familias), es el momento de avanzar un paso más.
Por eso, leía hace poco un nuevo apelativo para este tipo de cuestiones. Estaríamos hablando de preservación de la Memoria.
Todavía tenemos pendiente la deuda de la localización de miles de restos humanos, como tantas veces hemos denunciado, sepultados en ignominiosas condiciones. Todavía tenemos pendiente, y más aún con las herramientas que nos posibilitan las nuevas tecnologías, volver al presente imágenes e incluso sonidos de aquellos años y de algunos de sus protagonistas. Precisamente me ha llegado hace unos días una grabación de Amado Viera, el que fuera alcalde socialista de Valencia de Alcántara, asesinado y tirado en la mina Terría, cantando. Escuchar su voz es tremendamente impresionante.
Y ahora, necesitamos conservar la huella de esa parte tan reciente de nuestra Historia. Y lo necesitamos porque, como señalaba Guillermo Fernández Vara en las pasadas Jornadas de Memoria Democrática que organizó el PSOE de Extremadura, no tenemos que permitir que nos conviertan en individuos. Somos ciudadanos. Y ese derecho de ciudadanía, ese no convertirnos en números, se consiguió gracias a la lucha de mucha gente que, como Amado, pagaron con su vida, el simple ejercicio de defender la Democracia y desear mejorar las terribles condiciones en las que se desenvolvían sus vecinos.
Y lo tenemos que hacer en la actualidad, como lo harían todos aquellos que creyeron que el sistema parlamentario era el espacio en el que se tiene que debatir con ideas, con proyectos, con iniciativas, las diferentes formas de solucionar los problemas. Con la palabra, con la dialéctica, convenciendo con nuestros argumentos. Ya nos lo recordaba Juan Carlos Rodríguez Ibarra, hablando con ellos, con los que quieren destruir la convivencia, no como ellos.
Es cierto que es imposible reparar el miedo, como también se señaló. Y ponemos para culminar el deseo de preservación de la Memoria expresado en estas líneas, el ejemplo de tantas mujeres que esperaban muchas noches en sus casas a que no llamaran a la puerta. Aquellas mujeres viudas, hijas, hermanas, de muchos asesinados. Aquellas mujeres que tuvieron que sacar adelante solas a sus amplias familias. Aquellas mujeres estigmatizadas por ser lo que eran. Todo un orgullo, un deber, una obligación, preservar su Memoria.