Hace unos días, en una reunión con uno de los colectivos afectados por las consecuencias de la pandemia, buscando puntos en común y asumiendo que muchas de las inquietudes que se plantean son compartidas, les hice saber que todos tenemos que tener paciencia.
Si ante momentos de crisis, de dudas, de incertidumbres ( pero también de certezas) no sabemos adaptarnos a los cambios, siempre viviremos en la perenne queja o en lastimeras apreciaciones.
Dicho esto, me viene como introducción para un asunto totalmente opuesto. Las elecciones en Cataluña. Venimos en las últimas horas asistiendo a comportamientos, a mi juicio ditirámbicos. A celebraciones excesivas. Incluso, en lenguaje coloquial, a lo que se conoce como “postureo”.
Si es cierto que, salvo excepciones tan claras como desastrosas, el que no se contenta es porque no quiere. No lo es menos que, dependiendo de dónde quieras poner el acento, la balanza se inclina a un lado o se posiciona más en otro.
Si hacemos el análisis por bloques ( por cierto en este caso la elección de éstos es muy singular: vale tanto optar por derechas/ izquierdas, como por constitucionalistas/independentistas y eso sin contar el elemento no valorado suficientemente del nacionalismo a secas), vemos que la polarización es prácticamente simétrica. Nos encontramos en un sistema, con todos sus matices, fuertemente dividido en dos mitades.
Pero si elegimos analizar de manera individual las fuerzas políticas, aquí nos encontramos de todo. Izquierdas como los socialistas que suben enormemente, los Comunes manteniéndose, y las derechas unas hundidas ( Ciudadanos y PP) y otras emergiendo desde lo más extremo del tablero (VOX).
En el campo independentista, tanto desde su visión más moderada (Junts) como a medida que nos escoramos a la izquierda (Esquerra y el otro extremo del tablero, la CUP) tienen un componente singular: su suma y su acuerdo hace que se derriben cualquier otra hipótesis en la que se quiera trabajar.
Pero esto, y de ahí viene el título del artículo, no hace posible una estabilidad o una satisfacción plena para aquellos que se lanzan a disfrutar de lo votado. Va a exigir disciplina y equilibrios mantenidos.
Y sobre todo ello vuela la influencia que puedan ejercer estos resultados en el resto del Estado. Pero eso sería objeto de otro artículo.