Vivimos unos meses de continuas contradicciones. Estados de ánimo cambiante. Actitudes vitales que tan pronto ven la luz como se hunden en la más profunda de las sombras. Multitudes que cumplen hasta la obsesión las normas que se deciden en cada momento, frente a grupos que, pase lo que pase, siguen como si con ellos no fuera todo lo que está pasando.
El problema es que se llega al límite de la desesperación. La gente se irrita. Se enfurece. Se exaspera, cuando ve que todos los esfuerzos realizados chocan con la irresponsabilidad de determinados individuos.
Y es en esos momentos donde surgen las reacciones más primarias. Algunas podríamos entender cada día más comprensibles. Se pide, se exige, dureza hasta los límites de lo que, hoy podríamos convenir en sociedades avanzadas, como la frontera entre civilización y barbarie.
He llegado a oír solicitar que se recurra, como en países dictatoriales, a lo que algunos etiquetan como la “violencia blanda”: castigos que rocen algo más que el compromiso económico. Incluso que superen la privación de libertad.
He escuchado pedir que se recluya a los incumplidores en hospitales para que vean la consecuencia de sus actos, o hacerles recoger en espacios públicos y a las horas en las que habitualmente desarrollan sus conductas liberticidas, la basura o los restos orgánicos de enfermos y trabajadores públicos que se dedican en cuerpo y alma a solventar los problemas ocasionados por la pandemia.
Y en esas estamos. No sirve, parece ser la lógica. No valen los métodos argumentales. No parece de utilidad el viejo adagio “ convencer para vencer”.
Pero tenemos que ser más fuertes que los que con sus actitudes tratan de demoler el mayoritario intento de la gente sana, de los que tienen la mente abierta hacia los demás, de aquellos que con su ejemplaridad están mostrando al resto, que si se quiere, se puede.
Así pues, desde la entereza que da la razón. Desde la firmeza que da la sensatez y la moderación ante las provocaciones, no exasperaremos. Seguiremos cumpliendo, aprendiendo y descubriendo que tras muchos retrocesos, con paso decidido llegaremos, más pronto que tarde, a avanzar sin pausas.
Pese al deseo del arrebato, tiene que poder más en la mayoría, el anhelo de la consecución de un objetivo común y compartido. Aunque parezca que no sean suficientes las apelaciones a la paciencia y las llamadas a tener más y mejor ánimo.