Hartos, cansados, estragados, en definitiva, nos encontramos ante situaciones que provocan o que incitan a polemizar. Los que me conocen saben que, en momentos como los que vivimos, suelo expresarme así: “ nosotros a lo nuestro”.
¿Qué es lo nuestro ahora?: hacer el trabajo que dentro de nuestras responsabilidades, o de las posibilidades de cada uno, nos exige la coyuntura que nos rodea. Y más si somos cargos públicos.
Lo otro es distraerse: alegrar a los que desean dar “caña” al contrario y cabrear al que no le gusta que combatas sus opiniones. Por muy malvadas que sean muchas pretensiones ( ahora llamadas bulos o fake news), prefiero centrarme en la acción. La disertación ya llegará en el momento y sitio oportuno.
Eso no significa que podamos establecer un argumentario, que aliñado con hechos, haga más creíble lo que ahora se denomina el relato.
Pongamos algunos ejemplos. ¿Se puede asumir que se ha llegado tarde y responder que se desconocía el brutal alcance que iba a tener la pandemia?
En este caso, los hechos nos demuestran que nadie, pudo prever la dimensión de lo que nos esperaban. Los que a posteriori pontifican en las redes, no dejaron en la primera semana de marzo de ir al cine, de salir a pasear o hacer deporte, de poblar las terrazas de las plazas públicas, de tomarse una cerveza o un refresco en un bar atestado de gente, de ir al fútbol, al baloncesto, al teatro o a un concierto… Incluso a una manifestación (es más, al contrario, se dirigieron a mi algunos responsables de partidos conservadores para comentar su satisfacción y alegría porque hubiese tanta gente en un día tan bonito y soleado…).
No conozco, ni siquiera a alguien de derechas, por cierto, con muchos coincidí en un acto cerrado y masivo el 9 de marzo, que estuviera forzado o que manifestara su contrariedad por estar en ese sitio. Estaban, estábamos, encantados, sonrientes, dando besos y abrazos.
Hoy no vale criticar que por qué no se prohibieron estas actividades : ¿ por qué fuisteis entonces?, ¿sólo por responsabilidad?. No parecía veros muy incómodos.
Estragados, cansados, de tanta manera de utilizar el lenguaje para demostrar lo que no saben.