Supongo que no será una percepción muy simple, pero desde hace unas semanas, venimos contemplando una puesta en escena de la derecha clásica de España que verbaliza sus posiciones de una forma extraordinariamente teatralizada.
La exageración de sus discursos, la polarización y radicalización en muchos casos de sus posturas ante temas de delicado tratamiento, hacen pensar que han tirado la toalla. Se modifica, por consiguiente, esa imagen de derecha moderna, moderada, con intención y posibilidades de gobernar que han intentado trasladar a la opinión pública.
Esperamos que, por el bien de esa España que quieren defender, no sean todos así. No hace falta recordarles lo que les ha pasado a otros partidos y líderes políticos de homóloga actitud y pensamiento a la suya: han quedado desdibujados ante la arrolladora presencia de la auténtica extrema derecha con la que pretenden competir y a la que, día sí y día también, se asemejan.
Y no me refiero únicamente al PP, que podríamos tenerle en el pensamiento la mayoría al hacer estas aseveraciones, sino también a esa otra derecha camuflada en liberalismo, posiciones centrales que han devenido, como ha sucedido en algún debate en Pleno de la Asamblea de Extremadura en un sorpasso a la derecha de los populares.
Por eso queríamos referirnos hoy a la ampulosidad. Porque quisiera imaginarme una derecha que no se cree lo que dice. Que interpreta. Que es consciente de que comete y pronuncia cada vez con mayor frecuencia barbaridades sin freno.
Quiero pensar que es sólo postureo. Giros de llamada de atención a esa parte del electorado que se les marcha. Una manera de denunciar la presencia, dolorosa para ellos, de un Gobierno de progreso. El lamento por no haber podido parar el triunfo de las izquierdas. La desazón por comprobar que nada más empezar ya se están notando las primeras medidas sociales, como la subida de las pensiones o la del sueldo de los funcionarios.
Me gustaría apelar a esa derecha necesaria, constructiva, que ayuda a crecer. Que nos hace partícipes de nuestros errores y que colabora a que las cosas funcionen un poco mejor.
De momento estamos distantes de conseguirlo. Pruebas de ello las tenemos aquí. Muy cerca. Centenares de enmiendas a unos Presupuestos con el objeto puesto en la cantidad, más que en la calidad. Sin importarles la medida ni el valor de lo que proponen. Sin contrastar la viabilidad de las alternativas.
En definitiva, buscando meramente la presencia mediática del no por el no.
Paciencia...