He acudido a Almaraz a dar una conferencia invitado por su Ayuntamiento. Agradezco en especial la inquietud y dedicación de su concejal de Cultura, Francisco Javier Blázquez, preocupado porque todo saliera correctamente. Hablé a los asistentes sobre la Ley de Memoria Histórica y Democrática de Extremadura.
A continuación, y en ello me querría detener, se proyectó el galardonado documental “El silencio de lo otros”. Rápidamente según lo íbamos visionando nos venían a la mente multitud de reflexiones.
Las primeras se desprenden de los desgarradores testimonios. Frutos, en un primer momento, de los miles de fusilados después de la guerra civil. Este matiz es muy importante para evitar caer en la trampa de las equidistancias.
Escuchábamos a hijos, ya ancianos, suspirar por recuperar los restos de sus progenitores. Tremendo fue observar a Ascensión Mendieta, uno de los casos más mediáticos. Luchó por tener delante de ella los restos de su padre. Peleó por verlos antes de morir y poder descansar tranquila. Y así fue. Ella ha fallecido hace poco más de dos meses ( el 16 de septiembre de 2019) y hasta finales de mayo de 2017 no consiguió el objetivo al que prácticamente dedicó toda una vida.
La otra gran protagonista, sin embargo, no pudo ver hechos realidad sus sueños: falleció antes de que su madre pudiera tener un enterramiento digno. Y sabía donde estaba. Y no podía hacer nada.
La famosa querella argentina. La pugna por lograr la denominada justicia universal. La valoración de la Ley de Amnistía de 1977… son algunos de los principales aspectos que se deslizan, una y otra vez, como elementos argumentales de la película.
Pero no solamente son crímenes del franquismo los ocasionados en los primeros años de la posguerra. También pudimos asistir con enorme desasosiego, a aspectos mucho más recientes: las torturas de los jóvenes universitarios a finales de la década de los años 60 y en los 70 del pasado siglo. La desgarradora imagen de las mujeres desprovistas de sus bebés, a los que se robó durante décadas de manera impune: primero alegando motivos políticos para pasar después a centrarse en los económicos e incluso sin ningún elemento aparente de justificación.
Y sobrevuela sobre todos estos casos el déficit educativo actual. La necesidad imperiosa de que las generaciones jóvenes conozcan nuestra reciente Historia. Eso merece una profundización mayor. Seguiremos.