El pasado martes comenzó un nuevo curso político. En esta ocasión, utilizando el símil escolar, se trataba de una nueva etapa. Un ciclo de 4 años, donde sus señorías, al igual que cuando se dan los primeros pasos en el colegio, conocen a sus compañeros, se habitúan con el nuevo escenario de trabajo, intercambian experiencias a modo de comentarios y, sobre todo, toman conciencia de la magnitud de la tarea que les va a esperar de manera inmediata.
Allí nos reunimos, entre otros, profesores, médicos,historiadores, filósofos, abogados, enfermeros, funcionarios y emprendedores, jóvenes que dan sus primeros pasos en política junto a veteranos que han consolidado un manual de buenas, y en ocasiones, mejorables, prácticas.
Todos tenemos en mente mejorar las condiciones de vida de los extremeños. Escuchar sus problemas. Proponer soluciones. Todos ponemos referentes en las grandes preocupaciones del momento: el desempleo, la despoblación, la búsqueda de inversiones para nuestra tierra…
Pero también todos asumimos que tenemos detrás a unas organizaciones imbuidas de una ideología que es la que nos ha motivado a participar en el servicio público. A ellas y a los votantes les debemos el ejercicio de nuestras funciones.
La gente nos tiene que encontrar al lado de los más débiles, de aquellos que van a utilizar nuestra voz para poder sacar adelante sus reivindicaciones. Tras la configuración de la Mesa y la formación de la dirección de los grupos parlamentarios y a la espera del debate de investidura y constitución del Gobierno, hay una mano tendida a la búsqueda de grandes acuerdos.
El PSOE tiene mayoría absoluta en la Cámara, pero a la vez tiene una representación muy representativa de lo que es y de lo que piensa el pueblo extremeño. Estamos habituados a dialogar. Estamos dispuestos a trabajar por el bien común. Tenemos un programa y un proyecto a desarrollar: se llama Extremadura y de la moderación de los discursos, de la huida de los esperpentos altisonantes, aprenderemos la lección que los que nos precedieron nos enseñaron y que tendremos que dejar a los que vengan después de nosotros.
Así pues, cada mañana un objetivo y cada tarde un balance.