Últimamente suelo leer y escuchar a muchos analistas que, no habiendo saliendo de una larga precampaña y campaña electoral, estamos imbuidos o hemos conectado con la siguiente. Al mismo tiempo, lanzan la idea de la necesidad de aclarar las ofertas por parte de los candidatos, para demostrar al potencial electorado las diferencias que hay entre unos y otros.
Cierto es, que la existencia de las ideologías, tras la presunta muerte anunciada por algún historiador, sigue hoy vigente con gran fuerza.
Ello ha quedado demostrado cuando buena parte del debate ha estado centrado entre la posición de las tres derechas y el denominado bloque de izquierdas o entre la supuesta polarización de los dos grandes conjuntos en el espectro electoral español.
Sin embargo, también ha quedado en evidencia la riqueza de la diversidad al haber obtenido, en la última cita a las urnas, un considerable número de votos bastantes de las opciones presentadas.
Pero ahora toca situarnos en el próximo escenario. A mi juicio, los votantes tendríamos que valorar cuáles son los presupuestos que nos plantean los distintos partidos, al menos en dos grandes temas: el empleo y la igualdad.
Sí, ambos deben ser obsesiones de toda la ciudadanía. El empleo, y más en comunidades como Extremadura, donde la tasa de paro sigue siendo muy elevada y donde tendremos que valorar qué se ha ido haciendo hasta la fecha y si estamos consiguiendo, por un lado, reducir las diferencias con el conjunto de España y por otro, bajar o aminorar los datos de este lacerante drama.
La igualdad, considerada en su más amplio sentido. Entre sexos, combatiendo la violencia de género, pero también las desigualdades salariales, el acceso al mercado laboral, la conciliación familiar…. La igualdad concebida como la lucha contra los desequilibrios económicos: políticas fiscales que reduzcan las brechas, aumentos de salarios mínimos, coberturas sociales para los más desfavorecidos…. Además la igualdad de oportunidades, que todos tengamos acceso a los mismos servicios de calidad, independientemente de la renta de nuestras familias.
Por último, me gustaría que en los próximos debates, dejáramos de lado el discurso doliente, quejicoso, de una tierra mal tratada por la Historia y de la que siempre partimos en muchas cosas más retrasados que el resto. En su lugar, deberíamos mostrar al mundo, el orgullo de una Extremadura vital, con multitud de opciones de desarrollo, que lucha por salir adelante cada día y que no debe tener nada que envidiar al resto de Comunidades. En definitiva, la riqueza de nuestra tierra y la disponibilidad de sus habitantes, también en el amplio sentido del concepto.
