Si hiciéramos un análisis de las promesas que se realizan durante los periodos de campañas electorales ( lo de la precampaña sería otro concepto del que hablar….), nos percataríamos que es poco habitual que los líderes de los partidos, o los propios grupos políticos, reconozcan las limitaciones que se tienen para tener a todo el mundo satisfecho.
Cierto es, que siempre queremos más. Cierto es, que son necesarios los cambios, pues estos nos deben hacer avanzar. Y cierto es, que lo positivo de la Democracia es que nos permite elegir entre varias opciones que nos tienen que permitir diferenciar claramente las percepciones de los problemas, sus prioridades y fundamentalmente, el tipo de soluciones que se ofrecen.
Sin embargo, es raro que nos trasladen el mensaje de que los recursos son escasos o limitados. No parecen querer desilusionar al electorado haciéndole ver que no se posee, como coloquialmente se diría “ una varita mágica” con la que poner fin a sus preocupaciones.
Por esa razón, es muy necesario que junto a las personas, principal objetivo de la política, hablemos de números. Hagamos balance de lo que se hace. Pongamos estadísticas comparativas de lo que se ha realizado en los últimos ejercicios. Valoremos el uso de los recursos, existentes y por explorar, y a partir de ahí pongamos objetivos a perseguir.
De esta manera no cundiría la desilusión. Seamos realistas. Hagamos posible impulsar una nueva política donde las prioridades estén claramente enumeradas. Donde todos sepamos que a lo mejor hay que esperar para conseguir nuestros sueños pues otros lo necesitan más que nosotros.
Hagamos efectivas las palabras solidaridad y colectividad. Que vea la luz el plural de la singularidad: todas y todos, en lugar de tan solo nosotros. Eso debe ser lo primero. El resto es populismo. Querer contentar a la gente sin poner encima de la mesa cómo y a costa de qué. Y si se hace, que podamos optar por una comunidad más rica, con menos desigualdades, con más alegría de vivir y sobre todo con más oportunidades para realizar los sueños.
Porque la verdad es esa: la vida se compone de transitar por lo imaginado y huir de las pesadillas. Corramos a por ello.