La semana pasada tuvimos la oportunidad de debatir en la Asamblea sobre la futura Ley de Memoria Histórica y Democrática de Extremadura. Se partió de una presentación del texto, por parte de la consejera de Cultura e Igualdad, Leire Iglesias, quien detalló contenidos y proceso de elaboración ( me encantó cuando se refirió a “las flores sin dueño…”). A continuación, pasamos los grupos políticos a definir nuestra posición en torno a una enmienda a la totalidad presentada por el PP. Por cierto, en su versión más escorada a la derecha.
El asunto principal giraba en torno a las víctimas. Fue un burdo intento de tergiversar la realidad presentada. Intentaron desacreditar, enfrentar, posicionar… a unos contra otros. No quisieron, en su ignorancia o mala fe, darse cuenta que en ningún momento del documento se indica que no se puedan reconocer o rehabilitarse a todas. Cuestión muy distinta es que unas hayan recibido toda clase de honores y reconocimientos durante 40 años y otras solo fueron objeto de abandono y olvido.
Quisimos darles una clase de Historia, dado que suele ser habitual confundir la Segunda República, la Guerra Civil y la Dictadura. Por esa razón y en un breve esbozo señalamos las características principales de cada periodo. De paso tratamos de solventar algunas dudas, bulos, mitos o tópicos generados a lo largo del tiempo.
Finalmente quiero resaltar que no estamos ante un debate de derechas frente a izquierdas, sino de Democracia frente a Dictadura. Escuchando a algún diputado parece como si estuviésemos en los comienzos de la Transición cuando en el Congreso se escuchaban voces que ensalzaban con nostalgia a Franco. Se ha llegado a decir que ¡la reconciliación empezó en 1939! También se ha comentado que lo que se pretendió fue hacer justicia con la población del bando derrotado. Me avergüenza una vez más y sobre todo avergüenza a todas las víctimas. Es un insulto en toda regla. En la misma línea se ha llegado a afirmar que el bando vencedor hizo posible la actual democracia.
Insisto, nos vamos a tener que emplear durante algo más de dos tardes para darles unas clases de Historia reciente de España. No tomando como referentes a Ricardo de la Cierva o a Pío Moa, les bastaría que leyeran a Paul Preston o a Enrique Moradiellos.