Tras unos días de vacaciones ( que no necesariamente de descanso) en los que tratas de hacer lo que habitualmente no puedes por falta de tiempo, y sobre todo, te apetece, vuelve la normalidad.
Son momentos muy dados a la reflexión y curiosamente, al estar alejado de las prisas y de la necesidad constante de ir culminando tareas, te surgen paradojas o contradicciones lógicas insuperables.
Se trata de construir razonamientos, como dice el diccionario, de índole fundamentalmente especulativos, denominados aporías.
Quieres una cosa y también la contraria. Desconectar pero a la vez enterarte de todo lo que sucede a tu alrededor. Tumbarte y desear salir corriendo.
Es algo parecido a lo que sucede, en algunas ocasiones, en la vida pública. El último ejemplo lo tenemos en la presentación de posibles proyectos para el desarrollo de Extremadura. Queremos crecer pero mientras exigimos garantías optamos por quedarnos quietos. Se presentan opciones y enseguida surgen las dudas, las inseguridades, los complejos.
Presumimos de tranquilidad, de estabilidad, de riqueza natural y en la misma línea entonamos una amarga queja sobre el desempleo masivo, la falta de oportunidades como el resto de regiones, o utilizando un término que está cogiendo cierta aceptación, “ir al tran tran”.
Lógicamente, un discurso para que sea efectivo debe ser claro y contundente, pero a la vez, somos conscientes de que, por mucho ímpetu que pongamos en defender nuestros planteamientos, siempre habrá zonas oscuras, rebatibles, necesarias de adaptación.
Alguien dijo alguna vez que la verdad absoluta no existe. Otros hablaron de la gama de grises. Quizás, simplemente sea que las unanimidades no son, en la mayoría de las ocasiones, aconsejables. Pero, sin embargo, para eso están los puntos de encuentro. Lugares donde al llegar, todos hemos dejado algo en el camino. En eso consiste la aporía, en resolver, sin drama, las contradicciones o paradojas que la vida nos va poniendo por delante.