El esfuerzo que hacen nuestros legisladores por ponerse de acuerdo a la hora de aprobar una Ley, hace que en contraprestación se pida, como mínimo, que se pongan los medios adecuados para hacerlas cumplir, una vez publicadas en los Boletines Oficiales.
Viene esto a colación por la polémica desatada en torno a la Ley de Memoria Histórica de 2007, e impulsada, presumo, por aquellos que o no conocen el contenido o no respetan las decisiones de la mayoría.
Si fuera por un tema ideológico, tendríamos que convenir, que la derecha española, que lleva en el Poder del Estado, no lo olvidemos, desde hace varios años, ha tenido la oportunidad de derogarla. Pero ha demostrado que podía utilizar otros subterfugios, como no dotarla presupuestariamente, vaciarla de contenido o mirar para otro lado en aquellos supuestos en los que la Ley, sencillamente, se incumplía.
Si nos detenemos en el tema de la simbología. Es cierto que hay voces que reclaman que tenemos otras prioridades que atender. Pero, no lo es menos, que ello no es en ningún momento incompatible, con el hecho de procurar llevar a cabo los mandatos del articulado de una Ley en vigor.
Más aún si queremos parecernos a los países de nuestro entorno: aquellos sitios donde no se les pasaría por la cabeza honrar la memoria de sus dictadores más recientes, o pinchar en el dolor de las familias de los represaliados, o, por no ir más lejos, exhibir con orgullo o con indisimulada abstracción en monumentos, parques, calles el nombre o el legado de sus genocidas.
Así pues, y poniendo como ejemplo al Presidente de la Diputación de Badajoz, Miguel Ángel Gallardo, hemos de convenir que simplemente está haciéndonos ver que las leyes están para cumplirse. Que cuando no nos gustan debemos votar a partidos que lleven en sus programas su eliminación o modificación. Que mientras tanto, tenemos que ser respetuosos con las normas que han sido aprobadas en nuestros Parlamentos.
Por último, recordar, para aquellos que no se hayan percatado, que el mensaje que se quiere transmitir es el del amor por la Democracia, por la Libertad, por el pluripartidismo, por la importancia de la mujer en la vida pública… Y eso es precisamente lo que denostan aquellos a los que, con el mandato de la Ley, se trata, al menos de que no se exhiban en lugares públicos.