Hace unos días al terminar de leer un libro sobre la escuela en la Segunda República, me indujo a reflexionar, de manera extemporánea, sobre el papel de la mujer en el impulso de las corrientes innovadoras. Sobre la fuerza que conlleva el romper con el anacronismo de ciertas costumbres. Sobre las dificultades añadidas a cualquier atisbo, en este caso, de renovación pedagógica.
La empatía que lograron fue fundamentalmente gracias a su implicación y compromiso. Si ser docente ya requiere un fuerte compromiso vocacional, estamos ahora hablando, de que para combatir los estereotipos se ha tenido que resolver la elección, a veces nada sencilla, entre avanzar, estancarse o retroceder.
Por esa razón, entiendo que la Historia debe congraciarse con sus nombres. Hablar de las mujeres en abstracto, de lo que consiguieron, de sus objetivos y retos.... está muy bien, pero es necesario sacar también a colación sus nombres. Pues fue la singularidad la que posibilitó la suma y el salirse de lo establecido. El progresismo frente al conservadurismo.
En estos momentos en los que algunos dudan de la influencia de la política en la educación, éste es un buen reflejo de su importancia. Conceptos como ciudadanía, coeducación, carrera profesional, curriculum.... llevan consigo un fuerte componente de la acción política.
Si las infraestructuras fueron ( y lo son ) relevantes, así como los medios materiales para poder ejercer tu profesión de manera adecuada, me parece mucho más significativa la presencia de los maestros en las aulas: su número, su formación, su consideración y dignidad.... Antes y ahora.
Son las herramientas para llevar a cabo la escuela en el ámbito rural y en la ciudad. Extenderla a los adultos, abrirse continuamente a los nuevos métodos. En definitiva, actualizarse.
En la década de los 30 del siglo XX se dio un gran paso, en los comienzos de la Transición numerosos grupos de maestros y maestras continuaron esa labor ( tras el desierto de la Dictadura). Es el momento de impulsar nuevos planes para este colectivo para volver a colocarlo en el lugar de la escala social que le correspondió y que ahora, obviamente, no tiene.