La semana pasada, en medio de un interesante debate con un profesor de la Universidad de Extremadura, hablamos de los momentos de cambio, de transformación, casi de revolución, diríamos. Nos estábamos refiriendo a la Transición. Sin embargo, perfectamente, podemos hacer esta apelación a la situación política actual.
Son instantes en los que la utilización del lenguaje es sintomático de las pretensiones de los diferentes actores o grupos: regenerar, moderar, cambiar, limpiar o reformar, quizás es esta última la palabra a la que más se referencia.
Ante un desinhibido Rajoy, que se ha pasado más de tres años comunicándose con los españoles a través de una pantalla de plasma. Ante el aluvión, como el rayo que no cesa, de entradas y salidas de los juzgados, principalmente por personajes relevantes de la derecha y que como anuncio de cambio de época se está acelerando en las últimas semanas. Ante, en definitiva, el hartazgo de una sociedad que en un elevadísimo porcentaje coincide en desear la alternativa al actual Gobierno Nacional.
Ante todo esto, surge una desorganizada estructura de fuerzas en la oposición, conscientes, y ese es el problema, de que quieren ser los protagonistas ( antes se decía los “motores”) del cambio y ejercen como lo que coloquialmente conocemos de “ palos en las ruedas”. Es decir, en lugar de contribuir a avanzar, se ha llegado a un momento en el que, día que pasa, miramos al horizontes esperanzados en que no se produzca alguna declaración de intenciones peor que la de la jornada anterior.
Así pues, en lugar de contribuir a comenzar la salida de una larga carrera de fondo donde, bien preparados, podremos solventar los numerosos obstáculos que nos vamos a encontrar, se tapona el pistoletazo que da lugar a la marcha. Nos quedamos parados y con la percepción en muchos casos de que, encima, nos estamos colocando por detrás de la línea que nos permite empezar.
De esta forma las reformas, siempre aplazadas, tendrán que ser acometidas con valentía, cuando toquen, pero para que impidan, en la medida de lo posible, estos desencuentros de tan fatales consecuencias para todos los españoles.
Régimen, ley electoral, asunción de la jefatura del Gobierno, porcentajes para la aprobación de determinadas decisiones, deben dejar de ser tabúes. La sociedad que antes cambiaba muy lentamente, hoy no lo permite. De momento hay calma.