MUROS
Se cumple el 25 aniversario de la eliminación del Muro de Berlín. Acontecimiento con el que se dio por finalizada la guerra fría y se pasó de dividir el mundo entre este y oeste a hacerlo entre norte y sur (si bien podríamos divagar entre otras barreras culturales además de geográficas). Con ello se primó la libertad frente a la perseguida igualdad, pese a muchas reiteradas añoranzas que llegan a nuestros días.
Lo que sí es cierto es que a partir de entonces la gente pudo pasar de un lado a otro sin problemas y elegir entre modos de vida en principio muy distantes. Poco más tarde asistimos en entornos más próximos a la desaparición de fronteras físicas con la supresión de los controles aduaneros en buena parte de Europa. Los extremeños pudimos disfrutarlo, hasta el punto de que hoy nos resultaría tremendamente incómodo tener que parar cada vez que pasamos a Portugal. Algo parecido les pasará a vascos y catalanes con Francia. A todo ello se le sumó la unificación de la moneda con la implantación del euro.
Con recurrencia y entrando en el espinoso terreno de los sentimientos asistimos al levantamiento de nuevos muros con la petición de independencia en distintas partes de nuestro continente. Primero lo vimos en Escocia y ahora asistimos a la situación producida en Cataluña.
Claro está que cada uno es dueño de querer ser lo que quiera ser (siempre que no cruce la línea roja del respeto a los demás). Ahora bien parece lógico, al menos a mí, que en un mundo globalizado y con una serie de condicionantes comunes no hostiles y sobre todo en unos momentos en los que, salvo una minoría, casi nadie duda de lo importante que es reconocer y potenciar la diversidad, no parece sensato buscar la secesión.
Pese a que a algunos les gustaría escuchar otra cosa, siempre insisto en la misma sentencia: desde mi ideología, soy primero socialista antes que español, extremeño o cacereño. Por consiguiente me parece mucho más razonable que se tienda a conseguir eliminar las barreras, los muros, las dificultades que ocasionan la desigualdad, los desequilibrios, la pobreza.... allá donde estén.
Una tragedia humana es igual de denunciable en Plasencia que en Mataró. Una malversación de fondos públicos es criticable del mismo modo en Canarias que en Mérida.