Siento la figura literaria desde mis años mozos. Es el relámpago de la palabra. Es el trueno de la imagen. Es el grito de la vida, hecha voz y sílaba y acento y tilde, puestas en la cumbre de una expresión ortodoxa, pero llena de belleza impoluta.
Siento la figura literaria como algo que no es tangible, ni tiene forma, ni fondo, pero sí ese aroma indeclinable que hace que todo a su alrededor se llene de vida y de silencio rumoroso, para que los ojos vean, los oídos oigan y la lengua pueda repetir lo que el poeta dejó escrito en un papel blanco, sin líneas conductoras…
Siento la figura literaria como algo que no es de este mundo físico, en que la prosa suele ser el vestido de andar por casa, de diario; aunque, los domingos y días de fiesta, se vista con libreas más llenas de una belleza incontaminada, que siempre nos ha de sorprender.
Siento la figura literaria como una yegua blanca que galopa por los montes del desvarío literario, cuando la cabeza se siente capaz de albergar tanto desatino metafórico y se vierte en la lengua, siempre dispuesta a deslizar sentimientos, agudezas, equilibrios verticales, procedentes de voces que vienen desde dentro. Son “los adentros” que empiezan a funcionar, inabarcables, incontenibles, osados…
Y dentro de tales figuras, está la metáfora, en este caso la de Octavio Paz, que arrebata, enloquece y enternece, hace monumentos a la hermosura más sutil y a altares primorosos a esas bellezas que sólo pueden salir de estros como los de este universal poeta mejicano, el gran OCTAVIO PAZ. He aquí algunos retazos de su pluma siempre inspirada:
“El mar trepa la costa/ se afianza entre las peñas,/ araña deslumbrante…” Ahí es nada. No se puede decir y expresar con la música más bella tales palabras, salidas del interior del corazón extasiado de este poeta sabio, de este sabio abarcador de los más diversos conceptos del saber humano.
“Mis pensamientos se bifurcan, serpean, se enredan, recomienzan…” Aquí la pluma de Paz se convierte en arsenal de verbos temblorosos y sonoros, que dicen y proclaman mucho de su riquísimo léxico, como el excelso escritor que era, reconocido por todos sin excepción de lenguas y políticas al uso.
“La manzana podrida de un deseo…” Tiene, sin duda, esta frase segundas intenciones, que aluden al sexo errado y sin pulso, según mis inflexiones propias, a la luz del momento en que el poeta expresa…Un deseo que es pasión libidinosa, pero también bíblica, pues fue la manzana la que hizo huir a Adán y Eva del paraíso, fulminados por el Todopoderoso.
“ Carga de sangre”. Un binomio potente en frase y pensamiento sentimental. Una hipérbole de viento y barro, envuelto en pulsiones de horror, sin paliativos. Una plasmación de dolor y de amargura, del más hondo sentir, que nos anega en una tristeza infinita. Pero es frase de un sabio poeta, que siempre nos deslumbra, que nos anonada con el fulgor de sus figuras literarias…
“Toco la piedra y no contesta, cojo la llama y no me quema…” La piedra y la llama; una y otra sólo la cogen los rapaces cuando todavía ignoran que la primera puede pesar demasiado y la segunda hiere y lastima la piel. Llama y piedra. La primera puede ser fulgor de poesía alborotada; la segunda, gárgola de fuego, amarrada al muro centenario de un templo románico perdido en el rellano de un monte donde crecen los pinos cenicientos…
“La ciudad desvelada circula por mi sangre como una abeja:..” Ciudad y abeja. Qué distancia más grande hay en estos dos conceptos. Aquél sólo tiene sucia polución y no abejas que se mueven, junto a libélulas de oro, por entre las ramas verdes de una primavera sin urgencias ni pesares malditos… Éste es una estrella amarilla a la que se le roba el alimento que guarda para el invierno las manos de unos hombres que, ambiciosos, no tienen bastante con sus riquezas opulentas…
“No hay nadie a mi lado, ni siquiera esos ojos que, desde atrás, contemplan lo que escribo…” Tremenda soledad es la que describe el poeta. Sólo el silencio parece habitar, donde el amado se queja de tanta soledumbre vacía. Y “la pluma se rebela, no hay comienzo ni fin, ni tampoco hay muro que saltar…” Todo está sin vida, ni sombra siquiera, ni el estallido del pájaro que va tras la hembra; ni el huerto exhibe la breva preñada de ese fulgor de granitos de miel, que puede ser degustada por princesitas adolescentes…
“Un galope de agua, entre los muros interminables de una garganta de azabache…” El agua en torrentera, sin bridas ni cuerdas que la aten a la acequia, ni que la tengan encerrada en el pantano hondo de un pueblo de secano, que siente revivir cuando se riegan sus huertos, antes sedientos…
“Dime, dime, tierra quemada, tierra de huesos remolidos, dime, luna agónica…” Parece ser un nuevo Unamuno cuando se dirigía al mundo desde la tierra de Fuerteventura. A la que llamó, estando en su exilio allí enviado por el general Primo de Ribera: “ Tierra que retempla el ánimo”, enjuta, llena de temblores arenosos calientes, que hacen morir sin aliento hasta los pájaros…
“Hay que dormir con los ojos abiertos, hay que soñar con las manos…” Ojos y manos. Aquéllos, ventanas al mundo, solitario, unas veces, y otras, llenas de gentes que cantan y lloran, según la coyuntura de su alma. Las manos, que son como los cordones umbilicales entre el hombre y las cosas, cuando las tomamos con amor, o luego, quizás, las arrojamos al suelo, despreciándolas…
“Los tigres beben suelo en esos ojos”. Formidable metáfora. Potente expresión. Inquieta profundidad de unos deseos libidinosos. Beber es un verbo que añora el desierto y el sediento, y el que tiene fiebre, y el que parece que se le escapa el hilo de vida que le queda…
“Entrevista muchacha reclinada/ en los balcones verdes de la lluvia…” Dos bellísimos endecasílabos que atormentan de amor al enamorado. Dos versos de once sílabas (majestuosos, altivos y llameantes), que nos muestran trozos de una belleza incontaminada, enhiesta, arrogante, que ya no se podrán olvidar nunca.
“Te pareces al filo de la espada…” Sutil es la advertencia, enervante y poderosa, directamente elegante y dulce al tiempo, y con una agudeza psicológica fuera de lo común. ¿Cómo se puede decir estas cosas de esta manera tan bella y, a la vez, tan honda, como ese puñal que se clava en alguna parte de nuestro cuerpo?
“La copa de sangre del verdugo…” La tragedia se hermana con la hipérbole sanguínea que chorrea pasión y dulzura simultáneas…”Yedra que avanza, envuelve y desarraiga al alma…” Es decir, es una de las personificaciones más hermosas que se pueden orquestar desde la pluma de un poeta.¿Se puede escanciar algo más trágico que te araña, y, ácidamente, te hiere en lo profundo…?
“Adolescente rostro perseguido…”Tiene resonancias de ese amor joven e incontaminado, brotado en los primeros fulgores de la edad primera, en que las margaritas son de oro y las libélulas de malaquita, las ramas de los árboles son caminos para el fruto tomado en los calores del estío más inapelable…
“Mientras el tiempo cierra su abanico/ no hay nada detrás de sus imágenes…” El tiempo que es oro, también es huida, y pasión por lograr cosas que no podemos tenerlas, y malestar al vivir sin esperanzas, y desasosiego por ver que el tiempo de una vida es sólo un instante que se diluye en el rincón de los olvidos…