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  • 09 may 2025

PARADOJAS HISTORICAS

29 junio 2015

Los que nos dedicamos a la Historia, de manera prioritaria, nos topamos con muchas curiosidades, contradicciones, situaciones absurdas y paradojas de todo pelaje que nos hacen pensar...

Los que nos dedicamos a la Historia, de manera prioritaria, nos topamos con muchas curiosidades, contradicciones, situaciones absurdas y paradojas de todo pelaje que nos hacen pensar. Por eso, las primeras conclusiones que se pueden extraer de todo esto, es que la Historia no es algo que discurra de manera lineal, lógica y coherente, sin que nada ni nadie sea capaz de torcer tales parámetros de concepción, sistema  medida y orientación. 

 

Es decir, tenemos delante el espacio temporal, la hora y la circunstancia específica en que se produce tal acontecimiento, pero todo lo demás que ha de venir nunca estará sujeto a regla alguna, pues puede suceder lo más variopinto, pueden emerger situaciones peregrinas, efectos que nunca se esperaban, resultados que jamás podían provenir de unas determinadascausas, pues pueden tomar derroteros que nos lleven a planteamientos absurdos, o por lo menos injustos e incoherentes

 

Por eso Cicerón decía que la Historia es “maestra de la vida”, pero que ésta, al mismo tiempo, nos muestra, en muchas ocasiones, que dos y dos no son cuatro, sino lo que los hombres deciden lo que son, llegando, a veces , al absurdo. Y así esa historia no tendrá siempre avances permanentes, a pesar de que se tomen medidas para que así sea, por lo que cada época nunca será mejor que  la anterior. Primera conclusión muy fácil de extraer.

 

Por todo ello no son pocos los testimonios históricos, los ejemplos políticos, las situaciones sociales que advienen, en el discurrir de los hechos, que nos pondrán en guardia para cerciorarnos, de que nunca el porvenir está escrito, como apuntaba Machado; el cual, como uno de tantos, tuvo que sufrir en sus carnes, lo voluble de la vida, la perversidad de los aconteceres políticos, cuando éstos se fundamentan en concepciones que adolecen de altos valores humanos, y se sobreponen, por el contrario,los intereses, que todo lo trastocan y pervierten.

 

Me voy a referir al hecho histórico de la Transición política, a raíz de la muerte del dictador, general Franco. Pocas veces, por no decir ninguna, hemos tenido evidencia de cómo una cierta época organizó y mantuvo todas las coordenadas socioculturales, para que los hechos políticos,posteriores, discurrieran por los cauces de la coherencia y por los caminos de la lógica. Tanto es así, que podemos decir, sin temor a equivocarnos, que tales antecedentes darían unos resultados que llegarían a sorprender a todas las cancillerías del mundo occidental.

 

Había que desengancharse de una dictadura de cuarenta años, y se hizo bien, porque había que dejar de caminar por la senda que, en un momento trágico de España, se optó por separarnos del resto de las naciones democráticas, del viejo Continente europeo, tras una cruenta guerra civil de tres años, y muchos muertos. Resultado: dos Españas en liza. Vencedores y vencidos. Se partía, pues, de unas circunstancias falsas e injustas, que iban a durar varias décadas. 

 

Pero la Historia, en ocasiones, hace que emerjan los hombres necesarios para que, con su timón, clarividente y patriótico, sepan cambiar el derrotero del gran barco nacional. Hombres que fueron: un rey joven, Juan Carlos I, un presidente del gobierno, Adolfo Suárez, y un presidente de las Cortes, Torcuato Fernández Miranda. Alguien ha escrito que los tres formaron una empresa teatral, en la que el promotor fue el rey, -el “motor del cambio”-, el que escribió el guión de la obra fue Torcuato y el ejecutor o actor, sería Suárez.

 

Más o menos así fue. Lo que nadie duda. Y sorprendimos al mundo. Y todos miraron a este país que, unos años antes, se había despedazado en una cruel confrontación civil. Pero todo se olvidó, y juntas las manos de todos, supimos caminar, aunque lentamente, pero seguros hacia la meta, que no era otra cosa que levantar una Constitución, que nos daría cauces y leyes por donde, desde entonces, habíamos de caminar. Y se hicieron los Pactos de la Moncloa, y se dio la amnistía esperada, se orillaron conflictos y fueron sepultadas las rencillas del pasado.

 

La Transición fue un paradigma de solución política, una ideal travesía desde la autocracia franquista, hacia las playas de una ansiada democracia; democracia que se rompería en 1923, en que el general Primo de Rivera dio el golpe de Estado, y, luego, en 1936, con el levantamiento de un ejercito faccioso, contra el  régimen, legítimamente constituido, de la II República, un 14 de abril de 1931. 

 

Pues bien. Ahora se está poniendo en cuestión los méritos, el gigantesco esfuerzo España hizo por poner en orden las diversas fuerzas políticas que vertebraban las diversas ideologías en liza. ¿Cómo es posible que el gran alarde de la Transición política vaya a ser liquidado por unos populismos que, vacíos de coherencia y plenos de sectarismo, sean incapaces de calibrar los progresos que alcanzaron lo hombres que pilotaron tan decisivo momento, mediante el uso de políticas  coherentes que demandaba una población que no quería perder el tren de la democracia que tenían ante ellos?

 

He aquí una paradoja monumental. Lo que dio sobresalientes resultados se menosprecia, se subestima y se pone en almoneda. Es verdad que los tiempos cambian y evolucionan, y que hay que ir con los signos de la oportunidad que surgen en cada época. Lo que quiere decir que, si es preciso “tocar” la Constitución, no ha de haber ningún obstáculo para ello, pero siempre con tacto y coherencia, sin tirar por la borda capítulos que tanto bien hicieron a España y a los españoles. Y que no se hable de “casta” que integraron a unos hombres que, en tales años de la Transición, hicieron encajes de bolillos para que fuera factible la “casa común” en la que todos pudieran vivir sin exclusiones de ningún tipo. 

 

España vivió unos momentos de paz y prosperidad, y convivencia, a lo que no se puede dar carpetazo por veleidades políticas, al rebufo de populismos, que emergidos en estos días, tienen que embridar sus fervores y ser capaces luego de levantar, de nuevo, a este país al sitio que se merece. 

 

Otra paradoja, que no quiero que se me olvide, dentro del engranaje de dicha Transición, es la que tuvo lugar en la misma con el que fuera gran guionista de aquélla; a saber: Fernández-Miranda, porque todo el énfasisdel aplauso se ha volcado sobre Suárez, pero muy poco sobre este hombre, que según un analista político de ahora ha escrito: Organizó, entre  bambalinas, la designación de Suárez, y después redactó el sólo, con su mujer Carmen Lozana, en tareas de mecanógrafa, el borrador de la Leypara la Reforma Política, y puso después a cinco ponentes a defenderla. “Una obra genial que hubo de dar casi hecha a Adolfo Suárez”. Y no tiene-continua- ni una calle en MadridAsí se escribe la Historia, que, en ocasiones, es madrastra de los hombres que lo dieron todo, y se quedaron con su honradez y su dignidad. 

 

Y podíamos seguir señalando hechos y situaciones que nos darían para realizar toda una tesis doctoral, en que se demostraría que los progresos de la Historia son tantos como los regresos, los pasos atrás y los errores de bulto; que, a veces, nos confunden, a pesar de que dicha Historia sea maestra de la vida.   

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