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  • 31 may 2025

Dos personajes irrepetibles… PABLO GARCÍA AGUILERA y GREGORIA COLLADO

05 diciembre 2014

En este caminar, en paralelo y estrechamente unidos, aunque sin perder cada uno de estos personajes- Pablo García Aguilera y Gregoria Collado Alonso- su propio carácter y su personalidad específica.

I.- Rasgos biográficos de ambos profesionales.

En este caminar, en paralelo y estrechamente unidos, aunque sin perder cada uno de estos personajes- Pablo García Aguilera y Gregoria Collado Alonso- su propio carácter y su personalidad específica, vamos a iniciar la andadura del presente ensayo biográfico. En primer lugar, con nuestro protagonista, el soriano Pablo García Aguilera. Para ello, nada mejor que echar mano de su partida de nacimiento, en la que vamos a encontrar los siguientes datos, que ofrecemos a nuestros lectores:

“En el pueblo de Benamira, termino municipal del mismo, provincia de Soria, a las seis horas del día de hoy, tres de julio de mil novecientos cinco, ante Don Pascual Alcolea Aguirre, Juez municipal, y Don Mateo Martínez Miguel, secretario habilitado, compareció Antonio García Rojo, de veintiséis años de dad, de estado casado, de oficio labrador, vecino y residente en este pueblo, natural del mismo, y empadronado en la calle de la Plaza, número 6, según lo hizo constar en la célula personal que exhibió y le fue devuelto, con objeto de que se inscriba en este Registro civil a un niño, y al efecto como padre del mismo, declaró: Que dicho niño nació en el domicilio del declarante a las veintitrés horas del día de ayer. Que es hijo legítimo del declarante y de su mujer Fausta Aguilera Yagüe, natural de este pueblo, de veintitrés años de edad, de estado casada, dedicada a las ocupaciones propias de su sexo y domiciliada en el de su marido. = Que es nieto por línea paterna de Santiago García Huerta, natural de este pueblo, y vecino que fue del mismo , y ya difunto , y de Juana Rojo García, natural de este referido pueblo, vecina y residente en el mismo pueblo, y por línea materna, de Esteban Aguilera García, natural de este pueblo, provincia de Soria, y ya difunto, y de Rafaela Yagüe Atauel, natural de este pueblo, vecina y residente en el mismo.= Y que al expresado niño se le había puesto por nombre Pablo.=
Había venido al mundo el hombre que vamos a biografiar, en un lugar de población diminuta; eso sí, en medio de unas brumas históricas donde el pueblo árabe invasor, dejaría indelebles huellas provenientes, sobre todo, del caudillo Almanzor, quien tuvo en jaque a varios reyes castellanos, durante muchos años, acabando sus días, según la leyenda, en Medinaceli, ayuntamiento al que pertenece Benamira. Se trataba, a primera vista, de un lugar muy poco proclive para que, cuando el niño Pablo cursara sus primeros estudios escolares, pudiera soñar con escalar los altos puestos que, transcurridos los años, iba a conseguir, dada su inteligencia despierta, su espíritu de sacrificio y su tenacidad siempre demostrada en todos los momentos de su vida.

Había nacido, pues, entre los fríos montes de las tierras sorianas, en el seno de una profunda ruralidad, en la que vivía una modesta familia, con un padre dedicado a las faenas del campo y una madre, siempre entregada y afanosa en las labores propias del hogar. Su progenitor, un humilde labrador, soñaría para su hijo otros horizontes más favorables que el de la azada y el arado, tras dejar en los surcos de los sembrados, ingratos y poco productivos, muchos sudores, sinsabores y penurias. Pero los sueños se harían realidad, viendo, cómo el hijo iba consiguiendo lo que éste, con la tenacidad que le caracterizaba, se había propuesto, desde que inició sus estudios de la carrera de Magisterio, en Soria.

Por lo que respecta a su futura mujer, Gregoria Collado, vamos a dar, igualmente, sobre su persona, los siguientes datos, que obran en su correspondiente Acta de Nacimiento:En Navezuelas de Cabañas, a las nueve horas del día 20 de enero de mil novecientos diez, ante D. José Durán Mateos, Juez Municipal, y D. Galo Flores Sancho, Secretario, compareció Teodoro Collado González, natural de este Barrio, casado, de veinticinco años de edad, oficio herrero, según cédula personal que exhibió y le fue devuelta, con objeto de que se inscriba en el Registro civil, una niña, y al efecto como padre de la misma declaró que dicha niña (nació) en su domicilio, a las veintidós horas del día de ayer en este Barrio.= que es hija legítima del compareciente y de su esposa Florentina Alonso Collado, de esta naturaleza, oficio el de su sexo y de veintitrés años de dad.= que es nieta por línea paterna de Fernando Collado Muñoz, natural de Robledollano, vecino de aquí, y de María González Cerezo, ya (difunta), natural que fue de este Barrio.= Y que es la expresada niña se la puso por nombre Gregoria Germana.= Leída íntegramente esta acta e invitadas las personas que deben suscribirla a que la leyeran por sí mismas, si así lo creían conveniente, estampó en ella el sello del Juzgado municipal y la forman el Sr. Juez, el declarante y testigos presenciales que lo firman, y de todo ello, como Secretario certifico .= Hay un sello en tinta= José Durán= Teodoro Collado= Rubricado.

Concordando “bien y fielmente con el original”, expedía la presente que firmaba y sellaba, en Retamosa de Cabañas del Castillo, a nueve de diciembre de mil novecientos treinta y uno, el Juez Municipal. Le seguía la firma del Secretario ( ambas, ilegibles). Daba fe, con fecha 12 de diciembre de 1931, el Notario de Logrosán, José Valle Serrano, con el Vº Bº y legalizado, en Logrosán, en la misma fecha, por el Juez de Primera Instancia (Firma ilegible)

La vida, pues, de la persona que vamos a biografiar, había nacido en 1910, año fatídico, porque durante él había tenido lugar la denominada “Semana Trágica” de Barcelona, en un período de tiempo en que padecía el país un gran malestar social, con numerosas huelgas y gran agitación social, en ciudades como Gijón, La Coruña, Vizcaya, Barcelona y Zaragoza, más los conflictos producidos por el anarquismo en Andalucía. Mientras tanto, en nuestro entorno, a la luz de lo que nos narra el conde de Canilleros, Miguel Muñoz de San Pedro, fue “un año de vida fácil y sin contratiempos; pero flotaba en el ambiente la obsesión de aquella estrella con cola, que empezó a lucir en el nocturno azul del firmamento, y que lucía también en las solapas de los hombres, en las pulseras de las mujeres, en los escaparates de los comercios, en las planas de los periódicos…”

Así mismo, otro tanto se ha de señalar que los padres de nuestra protagonista deseaban que su hija pudiera tener una formación más exquisita que la que habían tenido ellos, cuando las posibilidades económicas sólo se materializaban en unos pocos habitantes de nuestros pueblos, ya que el resto se dedicaba a las labores de la tierra, mientras las mujeres sufrían, abnegadas, una vida oscura en las faenas de la casa y a la crianza de los hijos. Pero esta niña con tan despierta inteligencia, como luego demostró tener Gregoria, no podía dedicarse, como su progenitora, a las labores que el noventa por ciento de las chicas de su edad lo hacía, por carecer de medios económicos. Así lo comunicaría la maestra, un buen día, a sus padres, destacando las destacadas cualidades que la adornaban, aptas para hacer cualquier carrera…Parece que sus padres así lo entendieron, decidiendo que su hija iniciase sus estudios de Bachillerato, y luego los de Magisterio…

2.- Los años escolares. El Bachillerato

De ahí que esta niña vivaracha, y él un chico muy maduro para su edad, nuestros futuros maestros, y, posteriormente, Inspectores de E.P. empezarían a descollar entre sus compañeros de clase, desde sus estudios en la escuela pública. Mientras tanto el país atravesaba una época de intensa crisis política, con numerosos gobiernos turnantes, en las postrimerías de la monarquía parlamentaria de Alfonso XIII, y el desarrollo sociocultural dejaba mucho que desear. Así las cosas, ambos chicos, con la anuencia de sus padres iniciaban los estudios de Bachillerato. Para ello, y dado que en sus respectivas residencias familiares no era posible cursar tales estudios, tendrían que trasladarse, el primero a Medinaceli y la segunda a Plasencia, donde allí los desarrollarían con calificaciones siempre excelentes, dada la disciplinada dedicación de ambos a sus deberes de bachilleres. Mientras tanto, como niños que eran, no eran en ellos una excepción los juegos infantiles, propios de cada sexo: la pequeña Gregoria, a parte de empezar a dar las primeras puntadas cosiendo junto a su madre, o iniciándose en los primeros y primorosos bordados de pañuelos, no dudamos que jugaba, sin parar, con sus amigas y compañeras de la escuela, como a la comba, al corro, a saltar, o bien soñando a ser amas de casa y a otros pasatiempos rudimentarios, pero llenos de frescura y espontaneidad, de las niñas de aquellos años, una vez terminadas las clases de la tarde.

Como le acontecía a Pablo, que, como un muchacho más que era, no dejaría de corretear por los montes y baldíos cercanos a su pueblecito de Benamira, o ya en los recreos escolares, jugando al marro, a la chirumba, a guardias y ladrones, a correr y a saltar, matar algún lagarto, o cazar pájaros con el tirador hecho por él mismo… Mientras tanto, eran buenas calificaciones que tanto uno como otro iban obteniendo, en sendos Institutos, lo que presagiaba su futura continuación en estudios superiores con los mejores augurios. Por otra parte, los meses de verano no era raro el que tanto el chico como la chica ayudaran a sus respectivos padres en alguna faena del campo, pues no sobraban brazos en tales faenas…Ambos, así, crecerían fuertes y vigorosos, como suele acontecer en los medios rurales de nuestro país, al aire libre, en medio de la naturaleza, junto a sus familiares, amigos y compañeros de estudios. Pero tales años, felices y contentos, sin mayores problemas para los dos, iban a tener su fin, pues, habrían de prepararse para ser, respectivamente, el hombre y la mujer de provecho en que, transcurridos los años, se convirtieron, como tendrá ocasión el lector de ver y contemplar.

3.- Los estudios de sus respectivas carreras.

Por lo tanto, había que seguir dando pasos en sus respectivos desarrollos intelectuales, de cara a un porvenir que ambos habían de lograrlo a fuerza de tesón, esfuerzo y sacrificio, pues no tenían otra alternativa, más que ésta, poniendo a prueba sus voluntades, si querían salir de la mediocridad del pueblo, sin el más mínimo horizonte donde poder desarrollar sus talentos. Pero, con sus grandes cualidades, inteligencias despiertas e inquietudes constantes por superarse, nuestros biografiados así lo iban a demostrar, como lo prueban las excelentes notas que, en cada curso, iban alcanzando.

Ahora bien, ¿qué carrera estudiar, cada uno de ellos? No habría otra opción que elegir que no fuera sino la de Magisterio. Y esto, por varias razones. La primera, porque dadas sus circunstancias socioeconómicas, no era posible poder elegir otra más prolongada. Y la segunda, porque ambos tenían una gran vocación para la enseñanza, dedicada a los niños de las escuelas rurales de sus respectivos lugares de origen. Para cumplir con este objetivo, debería trasladarse, Pablo, a la capital de su provincia, Soria, donde, todavía, no estaban apagados los rescoldos que dejara, envueltos en versos eternos, el gran Machado; y Gregoria, con el mismo fin, tomaría el coche de línea que la había de trasladar a la capital de la suya: Cáceres.

- Pablo cursa Magisterio en la Escuela Normal de Maestros de Soria, y Pedagogía en la Universidad Central de Madrid.

Pablo iniciaba su andadura como alumno de la Escuela Normal de Maestros de Soria (perteneciente al Distrito Universitario de Zaragoza) en el año 1921, y cuatro años después, en 1925, terminaba la carrera de Magisterio (Plan 30 de agosto de 1914), cuando el régimen de la dictadura primorriverista estaba todavía en su máximo esplendor de logros sociales, completado por el decisivo triunfo de haber desembarcado las tropas españolas en Alhucemas, con la fulminante pacificación del Protectorado marroquí. La llegada a Soria, del joven estudiante (ya con su título de Maestro de Primera Enseñanza, en el bolsillo, de fecha 27 de agosto de 1926) iba a ser para él una nueva época, una vez abandonado el terruño de sus frías tierras campesinas de su pequeño pueblo de Benamira. Su estancia en la vieja y recoleta ciudad iba a discurrir en unos años que debía aprovecharlos al máximo, si quería terminar su carrera de maestro cuanto antes, con el expreso propósito de solucionar, lo antes posible, su futuro y anhelado estatus profesional, sin serle gravoso, por más tiempo, a sus padres, que, a duras penas, sobrevivían en aquella sociedad llena de carencias, en unas tierras poco feraces para la buena marcha de su oficio de labrador.

Por ello, una vez que realizó su ingreso en dicha Normal, el 22 de septiembre de 1921, no dudó, en ningún momento, en asistir a cada una de las clases del día con la mayor dedicación, interés y esfuerzo, lo que le reportaría, al finalizar el primer curso, aprobar todas las asignaturas con calificaciones bastante altas, aunque no excesivamente brillantes. Suponemos que, al ser el primer año, era tiempo de acoplamiento a los nuevos estudios y a las nuevas costumbres y hábitos de la ciudad donde Machado había enseñado como profesor de Francés, en el Instituto de Segunda Enseñanza. Notas que serían sensiblemente mejores, en los siguientes cursos, según se puede constatar en la certificación académica a la que hemos tenido acceso y que el lector podrá ver en los apéndices de este libro, ya que en todos ellos alcanzó una calificación media de Notable alto. Lo que nos viene a corroborar que sus estudios siempre serían desarrollados con excelente aprovechamiento, dadas sus fervientes deseos de aprender, preparándose en las diversas técnicas de magisterio, que tanto le habrían de valer para trasmitir los conocimientos en la primera escuela que le tocara servir, en uno de los pueblecitos de la serranía oscense, como en su momento tendremos ocasión de ver.

Ésta es la razón por la cual los pasatiempos del joven Pablo, en la pequeña y apacible capital soriana, deberían ser morigerados y sobrios, en unos años en que suelen brotar los primeros amores, probablemente con alguna compañera de estudios, con la que daría sus paseos por las arboledas cercanas, o por alguna calle céntrica, la visita a alguna ermita como la machadiana de San Saturio, o ir al cine a ver alguna película de amor, los domingos por la tarde…Y es que el dinero del estudiante no podía dar más de sí, por lo que los pasatiempos habían de reducirse a lo que hemos relatado, pues no sobreabundaban los aportes económicos enviados desde la casa paterna, donde todo provenía de los escasos recursos de las tierras que trabajaba su padre. Unos gastos que, primero, eran dedicados a pagar las mensualidades de la pensión en que estaba instalado nuestro protagonista, en compañía, quizás, de algún que otro compañero de estudios.

Por fin, llegaba el día en que Pablo, “de estado soltero” y de 21 años de edad, recibía, alborozada y plenamente satisfecho, el Título de Maestro, expedido por la Secretaría de la Escuela Normal, de Soria, en la fecha 12 de agosto de 1926. Fue como un espaldarazo que recibía para poder lanzarse al campo de batalla de la enseñanza, cuando tenía toda la vida por delante, con un futuro prometedor, conocida su capacidad de trabajo y su tenaz empeño de ir subiendo peldaños en su trayectoria profesional, como así lo demostraría con los años .Pero Pablo, tras haber dado fin a la carrera de Magisterio, no estaba totalmente satisfecho, por lo que deseaba ampliar sus estudios, potenciando de esta manera sus grandes talentos. De ahí que se decidiera marchar a Madrid, a fin de cursar los estudios de Pedagogía, en la Carrera de San Jerónimo, en la llamada, por aquellos años, Universidad Central.Un nuevo mundo, pues, se abría al joven Pablo, que le iba a dar unas perspectivas nuevas, sobre conocimientos y saberes, que, con toda premura, ansiaba lograr, dada su innata curiosidad intelectual, desde que utilizaba calzonas, allá en la escuela de su pueblo, Benamira, de la provincia de Soria.

Ilusionado y con grandes esperanzas, pues, un buen día tomaba el tren para la villa y Corte madrileña, llevando, en su maleta y en su cabeza, todo aquello que desde siempre había ansiado: hacerse un hombre bien equipado culturalmente y poder estar al día en las ciencias, lo que tanto le habría de valer para su futura vida profesional. Hallada la clásica pensión, nuestro biografiado no tardó en asistir a las clases en las que se iniciaría prestando toda su atención a toda una espléndida gavilla de grandes maestros, sabios profesores casi todos ellos, con nombres de resonancia nacional, como pudieran ser José Ortega y Gasset, Zubiri, García Morente y otros. Ni que decir tiene que nuestro aplicado estudiante, quedaba fascinado con las explicaciones de cada uno de los sabios catedráticos mencionados, sin dejar de tomar con exquisito cuidado y atención los apuntes de clase, para luego rumiarlos, despaciosamente en su pensión, junto a algún otro estudiante, con el que no dejaría de comentar las incidencias del aula. Era la gran ocasión, pues, de su vida, que nunca olvidaría, pues no dejaba de reconocer la gran suerte que había tenido recibiendo lecciones de tan eminentes profesores, lo que más de una vez se lo comentaba a sus hijos…

El aprovechamiento de tales estudios (junto a compañeros que, en su día, lograrían ser figuras cimeras del pensamiento, como Julián Marías, ), fue, como no se podía esperar otra cosa, excelente, alcanzando buenas notas, trasunto de su regular asistencia a las clases, pues no podía perder el tiempo en otras actividades que pudieran entorpecer la marcha normal de su principal dedicación. Aunque, no obstante, como Pablo era muy joven, no iba a desechar, por otra parte, lo que, en estos años, suele hacer cualquier estudiante; es decir, tratar de conocer a alguna chica que pudiera acompañarle en sus ratos de ocio y, cómo no, en sus estudios.

El momento parecía haber llegado para nuestro biografiado, cuando, un buen día, yendo a bordo de un autobús, hete aquí que observa que junto a él hay una joven, alta y espigada, que está como absorta leyendo un libro de poemas. Ni corto ni perezoso, violentando su natural timidez, Pablo le interroga, de esta manera:

- Perdón, señorita, ¿qué está leyendo?
Vuelve la chica hacia él sus ojos claros, y le contesta, un poco ruborosa:
- Son versos de San Juan de la Cruz.

No podía ser más romántico el momento, y, por supuesto, más interesante. Las palabras siguientes, entre el estudiante-galán, y la chica, que también, por entonces pasaba unos días en Madrid, continuaron hablando-cómo no- sobre las excelencias literarias de nuestro más excelso poeta español…Mientras tanto, Pablo, tras una larga y sustanciosa conversación, empezaba a caer en la inequívoca seducción de que estaba siendo preso ante la compañía, accidental e inesperada, de tan bella muchacha extremeña.

Un soriano, pues, de Benamira (Soria), y una cacereña, de Navezuela( Cáceres), acababan de dar los primeros pasos, sin saberlo conscientemente, hacia el encuentro, gozoso y definitivo, de enlazar sus dos vidas en la unión, no muy lejana, de un enlace matrimonial, largo y fecundo, del que nacerían cuatro hijos: tres varones y una hembra: Antonio, Manuel Jesús, Francisco Javier y Guadalupe. El feliz día su matrimonio tuvo lugar en el monasterio de Guadalupe,

4. Gregoria inicia su carrera de Magisterio en la Escuela Normal de Maestras en Cáceres.

Por lo que respecta, a su futura mujer, y ahora joven Gregoria Collado Alonso, comenzaría su carrera de maestra, en la Escuela Normal de Maestras de Cáceres, dos años después de haber finalizado la de Pablo; es decir, en el año 1927. Era por entonces, un momento en que la sociedad española se debatía en el deseo, por parte de la dictadura del general Primo de Rivera, del intento de institucionalizarla, por lo que se llegaría a crear un partido único, la “Unión Patriótica”, con una asamblea consultiva, al tiempo que se anunciaba la preparación de una nueva constitución. Mientras tanto, se reorganizaba clandestinamente la CNT y se constituía la FAI, organización anarquista de carácter secreto.

Cuando aterriza nuestra joven en la monumental ciudad, acostada en sus rituales tradiciones, no se va a encontrar con muchas novedades que la sorprendan, a excepción de la noticia de que Cáceres tenía un nuevo Obispo, don Dionisio Moreno Barrio-hasta entonces un párroco leonés-, quien había sucedido a don Pedro Segura Sáenz, desde ahora arzobispo de Burgos, y luego Primado de Toledo. Se inauguraba también, por entonces, el puente sobre el Tajo, en Alconétar, por donde, durante mucho tiempo, el río había sido cruzado en barcas, tanto por peatones como por toda clase de vehículos y ganados trashumantes… Pues bien, hecho este pequeño contexto histórico, de los cuatro años de la carrera de Magisterio de nuestra biografiada, digamos que sus estudios no tardarían en dar muestras de gran brillantez académica, dada la ilusión y el gran interés que tenía por ser fiel a los que habían depositado en ella tantas esperanzas. Es decir, primero, por no defraudar a sus padres, malgastando los dineros que no sobraban en casa; y, segundo, por demostrarse a sí misma, de lo que era capaz de realizar. Y así, podemos afirmar que el primer curso quedaría saldado con tres Sobresaliente, cuatro Notables y dos Aprobados, pero éstos en dos “marías”: Música y Dibujo. Lo que nos advierte que nuestra aventajada alumna no iba ni para dibujante, ni para seguir una carrera musical.

En el siguiente año académico, lograría cinco Sobresalientes, tres notables y dos Aprobados, uno de ellos en Álgebra, lo que suponía que nuestra biografiada no iba, tampoco, para ingeniera, ni por supuesto, para ser profesora de filología francesa, puesto que en la lengua de Molière, conseguiría el otro “suficiente”, según la terminología del plan de estudios actual. Pero nuestra aventajada alumna de la Normal de Maestras de Cáceres, por fin, iba a dar la verdadera talla de sus talentos y dotes destacadas para los estudios. Subrayamos esto, porque su cuarto y último año académico, lo llegaría a coronar con nueve Sobresalientes, es decir, en todas las asignaturas de las que constaba el curso. No cabía duda de que estábamos ante una próxima gran maestra, que había de dar muy buen juego en las diversas escuelas públicas en las que había de trabajar, y, luego, en los puestos de Inspectora de Primera Enseñanza, que había de detentar, a lo largo de los años.

Por fin, para Gregoria Collado había llegado el feliz momento de recoger el producto de cuanto había ido sembrando, a lo largo de los cuatro años de carrera: su Título de Maestra de Primera Enseñanza, por el Plan de 30 de agosto de 1914, una vez realizados sus estudios como alumna oficial en la Escuela Normal de Maestras de Cáceres, en que se certifica que “fue aprobada” en dicha Escuela, con fecha, en Cáceres, a 13-2-1932 .Pero, una vez más, nuestro relato, siempre sabroso y sugestivo, no puede quedar aislado del contexto histórico en que nuestra joven maestra se hallaba inmersa. Nos estamos refiriendo a que el país hacía poco había acabado de iniciar un nuevo derrotero en su peripecia sociopolítica como nación, la cual inauguraba la andadura del mencionado nuevo régimen, de la II República, una vez fenecido el de la vieja monarquía, hasta ahora encarnada por el rey Alfonso XIII.

Eran días llenos de ilusión, aunque también de inquietud, ante lo que pudiera deparar el futuro, en medio de unos deseos comunes de la población de un mayor bienestar, tanto político como económico. Se constituía el primer gobierno provisional, presidido por Alcalá Zamora, se daba un decreto de amnistía y era concedido a Cataluña una vasta autonomía; pero, simultáneamente, había disturbios en Barcelona, mientras que una Carta Pastoral del cardenal Primado rendía homenaje al depuesto monarca y se declaraba que los católicos estaban dispuestos a defender sus tradiciones religiosas contra la República.

En medio de tal vorágine de acontecimientos, Gregoria, la flamante maestrita, ya una espigada mujer, retornaba, satisfecha, con muchas ganas de demostrar cuanto había ido asimilando en sus años de carrera, a su localidad natal, Navezuelas de Cabañas (Cáceres), en la comarca de Logrosán, en las proximidades de las Villuercas, a 129 kilómetros de la capital, donde había pasado cuatro inolvidables años, pues allí había consolidado muy buenas amistades con muchas compañeras, mientras se había preparado para ser una buena profesional.

Otro tanto le acontecería a Pablo, cuyo relato biográfico, siempre en interesante paralelismo, estamos tratando de pergeñar, una vez hubo finalizado su carrera. Volvería, pues, con su título de Maestro en el bolsillo (“que autoriza al interesado para ejercer, con arreglo a las leyes y reglamentos vigentes, la profesión de Maestro”), de regreso a su pueblecito de Benamira, una vez terminado los cuatro cursos académicos de la carrera de Magisterio. Y cómo no, lleno, también, de proyectos e ilusiones, de hacer grandes cosas y demostrar que, en su mente, también bullían originales ideas que transmitir a tantos chicos, en sus pequeñas aldeas y caseríos, en un medio adverso y lejos de todo atisbo de civilización y modernidad.Ya en su pequeño terruño, del municipio de Medinaceli, de la provincia de Soria, y a una distancia de 86 kilómetros de la misma, en tierras por donde cabalgaba, imbatible, el fiero árabe Almanzor, se reencontraría con algún amigo, charlaría con sus familiares y parientes, pero sin dejar de pensar que, muy pronto, iba a poner en valor cuanto había ido recogiendo culturalmente, a su paso por la soriana Normal de Maestros.

Aproximación a la personalidad, pensamientos, hábitos y costumbres de ambos personajes.

Era Pablo de “torpe aliño indumentario”, en esa autodefinición, ya clásica del autor de “La tierra de Alvar González”; y era de estatura normal, como otros españoles de su generación, pues, la corpulencia y talla más desarrollada, vendrían con los años en que las secuelas de la guerra civil ya habían quedado atrás y una mejor alimentación y ciertas prácticas de educación física, de los nuevos planes de estudios escolares, harían evolucionar tales estereotipos, convirtiéndose, en la actualidad, en unas generaciones que pueden rozar, con frecuencia, los de las países nórdicos. Desde pequeño, siempre se había despertado en él la pasión por saber, por conocer cuanto había a su alrededor, llevado de esa curiosidad que poseen esos chicos a los que llamamos, coloquialmente,“muy despiertos”; curiosidad que es, quizás, la más acusada característica que les adorna, sin necesidad de que empiecen a acceder a estudios superiores. Puesto que son permanentes las preguntas que suelen a hacer a sus progenitores y a los mayores, en general, tratando de saber y conocer bien lo que les rodea.

Tal condición se vería alentada, como es natural, cuando se inició en los estudios secundarios y, especialmente, en los universitarios, en el seno de los cuales iba a desarrollar, aún siendo todavía muy joven, unas notables cualidades de ingenio y madurez, enriquecida por su asiduidad, rigor y disciplina en las clases. Condiciones que se harían habituales, ya en la Universidad, al considerar que tenía la obligación de aprovechar el tiempo de sus estudios, toda vez que sus padres, como ya se ha dicho, constituían una familia modesta de labradores, y no era caso de malbaratar las oportunidades que tenía para hacerse un hombre de provecho. Finalizada su carrera, comenzaría con la mayor de las ilusiones por introducir en sus escuelas, de la provincia de Soria, de donde era natural, todo el ímpetu de que fue capaz, y luego, siendo Inspector de Enseñanza Primaria, se convertiría en un excelente profesional, dedicado plenamente a sus maestros y a las tareas de la Inspección. De ahí que siempre fuera respetado, y admirado, por su cultura sólida, solvencia probada y actitud entregada a tales obligaciones. Con los maestros siempre sería un colega más, un compañero servicial en todo momento, y un inspector no sólo siempre dispuesto a la ayuda desinteresada, sino que le gustaba estar al lado de ellos, en momentos singulares de sus profesiones, como en sus jubilaciones, como aconteció, en la de don Ángel Rodríguez Álvarez, docente benemérito, autor de un método de lectura muy eficaz, que estuvo en vigor mucho tiempo en las escuelas.

Volcado, además, no únicamente en el puro y simple trabajo profesional, sino como prolífico articulista, en la prensa local, muchos de cuyos textos tendrá el lector de conocer. Artículos que no eran más que la demostración inequívoca de su gran amor a los niños y al maestro, su respeto a ambos y su exquisito interés por todo aquello que redundara en beneficio los mismos. En relación, por ejemplo, al respeto que profesaba a los niños, escribía a mediados de la década de los 50: Los niños muestran y demuestran que puede hacerse mucho con ellos en la Escuela, porque su propia condición lo permite. Es decir-expresaba con énfasis- qué tonto es el que tome a los niños por tontos (…) Es, pues, preciso avivar esta conciencia de la propia responsabilidad ante la infancia, hasta que nadie, maestro o no, no pueda vivir sin ella

Era hombre de carácter, con esa fuerte voluntad que le hacía saber que tenía en ella la mejor herramienta para el logro de sus proyectos profesionales, como mejorar en sus diversos cargos y puestos de trabajo, lo que había de repercutir en la bonanza económica de la familia, y, por ende, en la mejor educación de sus hijos. A todos ellos les daría su correspondiente carrera universitaria que, sin duda, era el mejor capital que podría ofrecerles. Su talante, como funcionario docente y como Inspector, siempre fue la renuncia a toda comodidad, porque estaba seguro de que cualquier cosa que lograra, sería a base de tenacidad, esfuerzo continuado y voluntad a toda costa. Como decía Pablo de Tarso: “Homines sunt voluntades”. Y así era Pablo García Aguilera, un hombre que sabía superar los innumerables obstáculos que da la vida, sin que a nadie le regalara nada. Una trayectoria que radicalmente quedaba evidenciada, por ejemplo, en sus escritos, como puede ver el lector, cuando rumie lo que publicaba, al principio de los años 50: “La excelencia debe ser admirada; el sacrificio estimulado; la ejemplaridad, reconocida; el orden envidiado”. Palabras que parecían cinceladas en el granito de sus principios, insobornables, y permanentemente conservados hasta el final de sus días.

Y si esta manifestación de sus propias intenciones ético-morales no se cumplía en los maestros, no le dolían prendas en hacer una clara autocrítica, en la misma ocasión, al tiempo que matizaba que “la confesión es salud”.Si, he escrito mucho sobre la escuela. Tal vez demasiado, dice. Y al hacerlo, he empezado por nosotros, los maestros, por pedirles denuedo y coraje en la tarea escolar, por decirles que hemos bajado de forma, por lo que debemos inculparnos nosotros mismos. Y era, sobre todo, un profesional de la educación que nunca se dormía en los laureles, sino que siempre tenía como meta enriquecerse con una permanente preparación intelectual, que habría de depararle ser un brillante profesional de la educación, primero como maestro y, luego, como Inspector de Primera Enseñanza. De este modo estaba siempre al día, en los últimos progresos de la ciencia pedagógica, como queda suficientemente demostrado en los trabajos sobre Pedagogía, Educación y Organización Escolar que divulgó en la prensa local y en revistas especializadas.

Es decir, se proponía, con el máximo interés, en convertirse en el hombre preparado para poder contestar a tantos interrogantes de la ciencia, apoyándose, bajo el punto de vista pedagógico, en los postulados de aquel que fuera gran consejero y orientador de profesores y maestros, como era Agustín Serrano de Haro, Inspector General, durante algunos años, desde 1942; éste, al respecto, escribirá sobre a necesidad- de los maestros- de preocuparse por los métodos de enseñanza, al tiempo que rechazaba el desaliento, la negativa cerrada a toda innovación, o el gran peligro de la mecanización, que produce el anquilosamiento de la escuela y el maestro, instándoles a la investigación y a la inquietud para estimular una conciencia profesional digna y rectamente formada…

Como estaba, también, bien pertrechado en los saberes de los autores clásicos, a los que, en su juventud y en toda su madurez, no dejaba de frecuentar sus obras con voraces e interminables lecturas; por lo que tantas veces nos haya sorprendido con citas de autores que daban soporte y apoyatura a muchos de sus puntos de vista y a las tesis que defendía, mediante reflexiones maduras, coherentes y oportunas. En todos sus escritos se palpa, igualmente, no sólo su vasta erudición, sino algo evidenciado a lo largo de sus trabajos. Me estoy refiriendo a esa habitual predisposición a filosofar, a ir hacia la entraña de las cosas, tratando de descifrar algo que le espolea y preocupa. Aunque este prurito de tratar de desmenuzar ciertos aspectos, difíciles y abstrusos, habrían podido, en ocasiones, hacer que el lector no le siguiera en sus disquisiciones, dada la riqueza de pensamiento exhibida y el ahondamiento conceptual al que llegaba no pocas veces.

De vasta erudición, indudablemente alcanzaba, lograda sin duda por sus estudios permanentes, mediante su asistencia a congresos, jornadas y simposios, y a todos aquellos encuentros que podían ser útiles para su carrera. Tuvo así, con este comportamiento, grandes satisfacciones profesionales, aunque, como hemos señalado, en su momento, no pudo evitar que el franquismo le hiciera objeto de una depuración política, sometiéndolo al “traslado forzoso” de tener que trasladarse a Zaragoza, un puesto de trabajo que él no pretendía, desplazándolo de su primera plaza de Soria, su tierra natal. Y es que eran los tiempos que, por “un quítame a allá esas pajas”, la espada de Damocles, de la más inesperada depuración, caía sobre el más conspicuo ciudadano español.

En todos escritos no dejaba de vislumbrarse, por otra parte, ser un auténtico caballero cristiano, que había asumido, desde su niñez, las prácticas religiosas que aprendiera, primero, en el seno materno, y, años después, ya de adulto, no dejara de practicar con asiduidad, logrando llegar a altas cimas de un sólido humanismo cristiano, como se deduce, claramente, por sus abundantes pensamientos diseminados en periódicos y revistas especializadas. Su trabajo siempre lo haría Pablo con optimismo, pues toda duda o escepticismo era “peligroso”; por lo que siempre decía a sus maestros que la actitud optimista ante la vida y el trabajo eran “una palanca de progreso”, que deberá estar “alentada de proyectos, versus pesimismo”. Es decir, sintetiza, en otro momento, a través de una sección del periódico “Extremadura”- “Comentarios breves: De varia cosa”-, en los que afirma que hemos de tener: “Fe contra la duda”, a la vez que concluye utilizando la expresión:“luiscatorceando”: “La escuela soy yo”. Fuera, pues, todo complejo.

Era de vigoroso carácter, pero éste siempre pasado por el tamiz del equilibrio anímico y la ponderación más exquisita, pues nunca su temperamento le jugaba malas pasadas, a la hora de reprochar a algún docente con motivo de alguna incorrección de ciertos actos. Y es que sabía bien que conseguía más con la persuasión y la palabra templada que con la intemperancia de un exabrupto a destiempo. Aunque no carecía de dotes de mando a la hora de reconducir una situación o poner los puntos sobre las “íes” cuando fuera preciso. Solía ser frugal en la comida y en la bebida, viviendo en el seno de una familia a la que concebía como eje de su existencia, por lo que, desde su peculiar personalidad (frecuentemente engolfado en sus pensamientos y tareas intelectuales), le dedicaba su solícita atención, a fin de educar bien a sus hijos, en compañía de su mujer, doña Gregoria, sin perder de vista sus estudios, dándoles aliento y consejos para su mejor aprovechamiento.

Le gustaba viajar y era muy asiduo a la lectura, como le gustaba una buena obra de teatro, amén de alguna película de especial interés. Poseía una biblioteca bien nutrida, y, con frecuencia, solía comprar libros que podrían darle mayor información sobre aspectos profesionales, pues era su especial deseo estar al día en aquellas materias que luego habría de practicarlas, y difundirlas, en las escuelas de su zona. Hombre, finalmente, veraz, don Pablo siempre hacía lo posible por huir de falsedades y subterfugios, porque amaba la transparencia en todos los actos de su vida ejemplar. Por lo que sostenía que todo aquel que “no posee la verdad tiene una terrible sequía espiritual”. Y es que nuestro personaje dio innumerables pruebas de ser un hombre íntegro, cabal, y caballero de sólidas convicciones cristianas.•

Por lo que respecta a su mujer, Gregoria, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que venía a ser el complemento de Pablo. Si éste era sobrio y reconcentrado, su esposa era abierta y franca en sus modales; si aquél era introvertido, y, a veces, taciturno y metido hacia sus adentros, ésta era extrovertida, siempre con ganas de aparecer como era de verdad, en torrente de expresión y de actitud, con el vuelo de una ardiente capacidad de sacarle jugo a la vida. Era una señora alta y bien parecida, de ojos claros y abundante melena, alegre y entusiasta con todo aquello que iniciase, ya fuera en el trabajo, en el ocio y el pasatiempo, o en cualquier momento de la vida. Era, por tanto, vital y vitalista-“de fogoso corazón” la llamaría Francisco Timón en momentos trascendentes, por lo que, en numerosas ocasiones, se dejaba llevar por el puro sentimiento, aunque esto no quiere decir que fuera, ni mucho menos, inconsciente y atolondrada, pues era mujer que sabía sopesar bien las cosas, dado su más que probado talento.

Era, en definitiva, un torrente de vida con grandes recursos para arrostrar cualquier obstáculo, con un denodado esfuerzo para superar cualquier contratiempo, dado su indomable carácter, temperamento vioroso y una enorme voluntad para alcanzar mucho de lo que se propusiera. Antes de seguir adelante, me parece oportuno de mostrar el retrato que hace a doña Gregoria, un conocido periodista y un buen amigo suyo, llamado Eleuterio Sánchez Alegría, cuando tuvo ocasión de contactar con ella en una de tantas actividades realizadas por nuestra biografiada, en tantos momentos de su intensa vida, tanto humana como profesional: Así, pues, en cuestión de segundos-dice-, estuvimos frente a frente, y a las pocas palabras que intercambiamos, nos comprendimos perfectamente: Me encontraba ante una hermosa y gentil mujer, con su característica morenez cacereña y su inconfundible talante extremeño, pero, sobre todo, con un corazón inmenso, lleno de optimo y de audacia, con una clarividente inteligencia y arrolladora simpatía, que me cautivó en verdad. Su cultura extraordinaria, su notable fantasía y sensibilidad poética, y el gran amor a su tierra, la heroica Extremadura, me conquistó para siempre. Mujer de profunda agudeza psicológica.

A su talante extremeño, de mujer fuerte, audaz y atrevida para todo aquello que tuviese relación con su profesión, se unía un “corazón inmenso”, joya humana de valor inapreciable. Y a ese corazón, oceánico, unía un optimismo a toda prueba, sin pararse en mirar demasiado los obstáculos con los que se podía encontrar; pues era siempre voluntariosa y valiente, ante cualquier cometido que llevar a cabo, ante cualquier proyecto que hubiera que materializar, ante cualquier pequeña empresa que llevar a cabo. Pero a este optimismo visceral, que la hacía aparecer como un arco siempre tenso, dispuesto a lanzar el proyectil de sus ilusiones, tratando de superar sus retos, revestidos de solidaridad y del bien para sus niños, maestros y escuelas, hay que unir una inteligencia, “clarividente”, como matiza Eleuterio Sánchez Alegría. Inteligencia que se puso en evidencia, a lo largo de toda su vida profesional; primero, en el brillante expediente de su carrera de Magisterio, con calificaciones de nota media de Sobresaliente, y, luego, en todos aquellos actos en que, como maestra y como Inspectora, descolló por su claro talento y aguda perspicacia. Mas, sobre todo, con un talento puesto al servicio de Extremadura, luchando contra el analfabetismo- una de las lacras seculares de la región-, la ignorancia y la incultura, junto a su marido, don Pablo, como veremos en su momento. Unas cualidades que puso en servicio de la mejor causa, como ser Ponente de una Escuela-Hogar, y desplegar una enorme actividad en la Obra Misional de la Santa Infancia, Comisión Católica de la Infancia, Hermandad de Inspectores Técnicos, etc. Talento que se derramó, además, prestando su ferviente colaboración escribiendo en las páginas de la prensa local y en revistas especializadas, con artículos que llegaron a ser muy elogiados por León Leal, uno de los patriarcas de las letras cacereñas.

Mujer apasionada de la Historia. Díganlo, si no, sus incursiones, siempre enfáticas y hermosas, a la Historia patria, y más aún, cuando afrontaba la historia y la leyenda de su tierra extremeña, encendiendo luminarias en la brillante epopeya de sus grandes conquistadores, como Cortés, Pizarro, Valdivia, y tantos otros; díganlo sus sugestivos retratos sobre figuras de nuestra literatura española; sus escarceos por el ensayo lleno de interés, su amor hondo por la poesía, que será siempre clara y transparente, como era clara y transparente su vida, siempre al servicio de los demás…Pero, por encima de todo, estaba su tierra de Extremadura, “motivo de su constante dedicación y preocupación”, en frase de Valeriano Gutiérrez Macías, en uno de sus trabajos, con el título: “Gregoria Collado, educadora, poetisa y pregonera de grandezas extremeñas”, que habría de incorporarlo a su libro: “Mujeres extremeñas” (1974).

Un amor a su tierra, a la que dedicó muchos de sus textos educativos, cuando se dirigía a “sus” niños y niñas, a “sus” maestros y maestras, cuando tenía que enviarles alguna circular, darles alguna norma, advertirles de algo, señalarle algún evento, o convocarles para algún encuentro profesional, como aquellos Centros de Colaboración, donde pasaba un día entrañable junto a los suyos, pues eran como parte de la familia. Maestros a los que, en ocasiones, solía llevar en viajes pedagógicos a Portugal y a todo el norte de África, para que abrieran su cultura a otros horizontes que enriquecieran su propio acervo educativo. A todo ello unía su gran pasión por acercarse al mundo de los trabajos populares, a través de una artesanía donde las manos sencillas de hombres y mujeres del pueblo hacían primores de belleza. Tanto es así que Gregoria Collado se encargaría de auspiciar la interesante exposición de la familia placentina, Pérez Enciso, ocupándose de la misma en el IV Congreso de Estudios Extremeños, celebrado en la ciudad de Mérida. A este respecto, se ha afirmado que, si esta mujer hubiera tenido medios o los hubieran puesto a su disposición, habría podido levantar un hermoso Museo de Etnología, recogiendo toda clase de objetos y piezas singulares de las tierras cacereñas.

Amaba la lectura de héroes y santos, pero, especialmente, sobre la Virgen María, a la que profesó una apasionado amor; sin dejar de acercarse al conocimiento de la historia y la geografía, la religión y el folklore, enraizado en esa tierra que tanto visitó, en sus correrías de inspección, por esos pueblos de Dios, en la serranía y en el llano, en la localidad abierta y en el pueblecito que apenas se puede ver en el mapa. Y amaba toda aquella lectura que pudiera enriquecerla culturalmente y le pudiera suministrar una buena pedagogía para sus obligaciones profesionales. Le apasionaba salir al campo, dándole en la frente la brisa de las encinas y abedules, y el aroma del tomillo y el romero de las Villuercas, la retama florecida y el cerezo, silvestre y en flor, del Jerte, cabe la serranía y el arroyo, impetuoso, en gargantas que trenzan rumores cristalinos, despeñándose por entre guijarros, a la vera de caminos hechos por labriegos y sus bestias de carga…Y admiraba el teatro, con sus fantasías y colores, y le seducía el arrebol del costumbrismo de los pueblos que visitaba, en su peripecia permanentemente andariega. Como le seducía el folklore y el tipismo de su pueblo extremeño, con el canto del “redoble”, saltarín y nostálgico, entre flautas y tamboriles, en las fiestas del pueblo. Por eso le gustaba tanto visitar las localidades de su tierra, en medio del embrujo de los típicos atuendos, festejos y tradiciones…Díganlo si no: Acehuche con sus “Carantoñas”; Piornal con el “Jarramplás”; Villanueva y su “Pero Palo”; Torrejoncillo y su “Encamisá”; Ceclavín con los Caballos; Valverde de la Vera y los “Empalaos”; Monroy con las “Cuatro Purificás”, etc. etc.

Su religiosidad era honda, reflexiva y meditada, fundada en conocimientos rigurosos; por eso se atreve, a veces, a la glosa y al análisis de algunas encíclicas papales, como la “Rerum Novarum”, de León XIII, a la que considera, “inmortal, llena de palpitaciones vitales y de profunda savia católica y social”; la cual es complementada con las consideraciones que hace sobre la de Pío XI, “Divini Illius Magistri”, que hace referencia a luminosas orientaciones sobre la educación cristiana de la juventud, “tantas veces comentada por nosotros”- dice Collado-, al abordar la Ley de Educación Primaria de 1945. Una religiosidad personal que bien se preocupó de que se extendiese a toda su familia, a la que hizo eje y motor de todas sus actuaciones, como madre, esposa y profesional. Una familia que siempre estuvo apretada en piña indestructible, porque Gregoria siempre se ocupó de ella y preocupó por ella, pues veía en sus cuatro hijos un regalo de Dios, al que tenía presente en todos los actos de su trayectoria vital, tan ajetreada e intensa.

II. Dos trayectorias profesionales.

1.- Pablo García Aguilera, maestro interino de El Royo (Soria)

Había pasado algún tiempo, desde que, de la Escuela Normal de Magisterio, de Soria, Pablo recibiera el Título de Maestro de Enseñanza Primaria, fechado en Madrid, el 12 de agosto de 1926. Estaba ya impaciente porque deseaba, fervientemente, ponerse ante los escolares para transmitirles cuanto había ido acumulando a lo largo de cinco años de estudios. Es cierto que todavía era muy joven, pues sólo contaba con 21 años de edad, pero ya se sentía suficientemente maduro para realizar la siempre difícil tarea de la educación. Un misión muy compleja, pues siempre exigirá metodologías actualizadas y nuevos procedimientos pedagógicos, a fin de preparar al niño para ser más tarde hombres de provecho.

En estas circunstancias, y ya soñando con tener un pie en el estribo, en el vehículo que había de llevarlo a su primera escuela, que debería ser, como es lógico pensar, en alguna villorrio o alquería, por ser primerizo en tales lides, va contando hasta que llegara tal evento. Pues bien, tras solicitar una plaza en situación de interinidad, no tardaría en recibir contestación del Jefe de la Sección Administrativa de Primera Enseñaza de Soria, don Sacerdote Rodrigo Llorente, quien señalaba que “atendiendo al mérito y circunstancias que concurren en don Pablo García Aguilera, y haciendo uso de las facultades que (le confería) la legislación vigente, (había tenido) a bien nombrarle Maestro Interino de la Escuela Nacional de El Royo , con “el sueldo anual de dos mil pesetas y demás emolumentos legales, en virtud del artículo 107 del vigente estatuto”. El documento estaba fechado en Soria, a ocho de septiembre de 1926. Tomaría posesión de dicha escuela de niños, dos días después, el 10 de septiembre de dicho año.

No le sorprendió a nuestro joven la baja densidad de los habitantes de esta pequeña localidad, ni le preocupó al pensar que los fríos sorianos le iban a afectar (pues, al ser de la tierra, era algo muy conocido y sufrido por Pablo); ni la escuela de “niños”, con tan pocos chicos, le iba a descorazonar, porque su vocación de maestro estaba por encima de tales carencias y adversidades, porque su espíritu era fuerte y todo lo iba a sobrellevar muy bien.

De todas formas él estaba acostumbrado a las carencias que numerosos pueblos sorianos sufrían por esos años; su mismo pueblo adolecía de todo lo que estamos mencionando. Por eso, el día que su padre, el labrador Antonio García Rojo, lo acompañó a tomar posesión de dicha escuela, fue para Pablo de gran alegría. Por lo que, tras los saludos de rigor con el alcalde y el secretario del municipio, se abría un escenario muy sugestivo para él. El vecindario, integrado por los escasos centenares de royanos, cuya amabilidad era proverbial, no tardó en enterarse de la llegada del nuevo maestro, lo que le complació sobremanera. Aunque, quizás, empezarían a criticar que, a buen seguro, sólo estaría con ellos un solo curso. Como así aconteció.

Pero no todo iba a ser negativo para nuestro joven maestro, pues tendría, durante el año que estuvo al frente de dicha escuela, numerosas ocasiones de contemplar espectaculares paisajes, ya que el pueblo esta ubicado entre las zonas naturales de El Valle y Pinares Altos, por cuyas cercanías circulaban los ríos Duero y Razón; además de poder contar con próximas aldeas que frecuentaría en alegre excursión con sus alumnos, algún jueves por la tarde. Eran estos pueblecitos: Derroñadas, distante 2,3 kms., Vilviestre de los Nabos(a 3,7 kms.) y Sotillo del Rincón(4,5), entre otros.

2.- Maestro propietario de Rasgada (Soria)

Es cierto que nuestro joven docente se había entregado, en cuerpo y alma, a los niños de “El Royo”, pero su periplo recorrido de pueblos, como le acontece a numerosos funcionarios, debía continuar por ahora, dada una serie de circunstancias muy propias en estos primeros años. Por esta razón, por segunda vez, Pablo, después de cesar en dicha localidad, el 31 de octubre de 1926, fue nombrado, ya en calidad de Maestro en propiedad, de la Escuela Nacional de Primera Enseñanza, mixta, de la localidad de Rasgada, Ayuntamiento de Valderredible, de la provincia de Santander, con el “haber anual de tres mil pesetas y demás emolumentos legales, en virtud del 5º turno de los que determina el artículo 75 del vigente Estatuto general del Magisterio y la Real Orden de 31 de agosto último. Gaceta 10 de actual”. El nombramiento estaba dado en Santander, en la fecha a 12 de septiembre de 1927.

Una posterior diligencia administrativa de Primera Enseñanza, de Santander, con fecha 22 de septiembre de citado año, hacía referencia la situación de Pablo, de “encontrarse en filas”(cumpliendo el servicio militar), por lo que debía “extenderse la certificación posesoria de hecho por la Alcaldía, el día en que se haga entrega de la referida escuela”. Pasado algún tiempo, concretamente, el 28 de marzo de 1928, tomaba posesión efectiva de dicha escuela, y, simultaneamente, se especificaba hallarse “actualmente en situación de licencia cuatrimestral”.Observamos, pues, que su estancia la localidad, santanderina, de Rasgada, duró cinco años, ya que cesaba como maestro en propiedad de su escuela el 15 de abril de 1933, por lo que Pablo tuvo una buena ocasión, de poner en tensión todo su caudal de conocimientos y sus novedosas innovaciones didácticas, pues era un joven poco proclive a someterse a la rutina de permanecer, adocenado, entre aquellas serranías cántabras. A la vez, es fácil pensar que, en numerosas ocasiones, con sus niños haría excursiones por las aldeas cercanas, para visitar las iglesias y ermitas románicas que tanto existían en aquellos alrededores.

Mientras tanto, Pablo ponía toda su atención en sus deberes y obligaciones escolares, muy consciente de la gran responsabilidad que había empezado a tener sobre sí, porque, al no haber dejado de leer, en sus largas horas de asueto, una vez finalizada la tarea escolar, la “Revista de Pedagogía”, había concluido de sus lecturas lo que decía en uno de sus textos: Los educadores españoles están obligados a ser los defensores más entusiastas de la República. Tenemos el deber de llevar a las escuelas las ideas esenciales en que se apoya: libertad, autonomía, solidaridad y civilidad. Ningún poder puede haber sobre estas ideas; nadie que sea educador puede oponerse a ellas…

Tras haber pasado cinco cursos en Rasgada, cesaba como maestro propietario de dicha escuela, por causa de haberle sido concedida la “excedencia activa en la enseñanza, como beneficiario becario de la Facultad de Filosofía, de Pedagogía”. Iniciaba así estudios universitarios, en Madrid, -aunque sólo durante un curso, en dicha especialidad-, pues, al año siguiente, tomaría parte en las oposiciones de acceso al Cuerpo de Inspectores de Primera Enseñanza, las que aprobó, tomando posesión de su plaza, junto a “Doña. Juliana de Pablos Cerezo”, en la fecha 4 de enero de 1934.

3.- Gregoria Collado, maestra interina de Fresnedoso de Ibor (Cáceres).

Al retroceder en el tiempo, rescatemos ahora la trayectoria de doña Gregoria, la que habíamos dejado en el momento en que recibe su título de Maestra de Primera Enseñanza, fechado en Madrid, a 13 de febrero de 1932. Transcurrido algo más de un mes, el 12 de marzo de 1932, era nombrada Maestra interina de la Escuela de Niñas de Fresnedoso de Ibor (Cáceres), de la que tomó posesión pasados algunas fechas. Su permanencia en este pueblo discurrió tranquila y volcada en la enseñanza de sus alumnas, con todo su ímpetu y carisma educativo, por lo que, muy pronto, el vecindario se empezó a dar cuenta de lo gran maestra que era, así como de su preparación pedagógica, y la ilusión y el entusiasmo que ponía en su tarea diaria, en plena camaradería con las otros compañeros del centro escolar.

4.- Maestra interina de Valdehúncar (Cáceres).

De nuevo Gregoria Collado, al cesar en este centro el 10 de septiembre de 1933, era trasladada a Valdehúncar, también como Maestra interina, de cuya escuela tomaba posesión el 19 de septiembre de 1933 (unas semanas antes de celebrarse elecciones generales en el país, con el triunfo de la derecha que se presenta a ellas unida) y cesaría, al año siguiente (1.934), el 30 de junio. El pueblo, a una distancia de 130 kms. de Cáceres y, perteneciendo al partido judicial de Navalmoral de la Mata, se halla rodeado de encinares, era rico en caza mayor y contaba con una importante reserva de aves rapaces. Entre esta localidad y el río Tajo, existen varios yacimientos prehistóricos, como el “Cancho de las Letras”, por sus inscripciones neolíticas, un castro enclavado estratégicamente, un poblamiento de la Edad del Cobre, y murallas de la Edad del Bronce, sin faltar posteriores huellas romanas. Es coherente pensar que, dado el gran entusiasmo que tenía nuestra maestra por tales yacimientos, numerosas veces se dedicaría a visitarlos, para su estudio y consideración.

5.- Maestra en propiedad de Valdemoro (Madrid).

Esta vez, ya como Maestra “propietaria, por oposición”(cursillos 1931), de la Escuela Nacional de Párvulos, de Valdemoro (Madrid), desde el 3 de julio de 1934, en que recibió dicho nombramiento, “con el sueldo anual de tres mil pesetas y emolumentos legales, como comprendida en la relación de cursillista, de 31-nº 161-de la lista única (…) con efectos posesorios en permutas, concursos de traslados y demás derechos que pudieran incoarse…” Ocho días después, tomaba posesión de dicha escuela, concretamente el 11 de dicho mes y año . Eran meses de crisis política, en que el partido radical se va agravando tras la formación de un gobierno Lerroux, en alianza con la CEDA y Agrarios, desembocando todo, poco después, en la revolución de Octubre, que triunfa en Asturias, pero será aplastada por el Gobierno. Un gran número de políticos de izquierda, entre ellos Azaña, son detenidos y algunos condenados por su complicidad en la subversión.

En esta localidad permanecería tres años, después de que nuestra joven volcase todo su entusiasmo docente en un puñado de párvulos, manteniendo con ellos una especial pedagogía, siempre adaptada a sus pocos años. Cuatro cursos académicos en que, tanto sus compañeros como los padres de sus alumnos, quedaron muy agradecidos por su exquisito cuidado con los niños, primorosa dedicación y presencia diaria en el aula. Pero la vida seguía y era preciso continuar con su periplo de profesional de la enseñanza, eligiendo otros puestos de trabajo, en aras de ese legítimo deseo de ir progresando profesionalmente. En este mismo año-1931-, la encontramos deseando saber más y de perfeccionar su ya buena preparación científico-cultural, al cursar estudios en la Facultad de Filosofía y Letras, de la entonces llamada Universida

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