La felicidad como habrás podido comprobar no es un estado continuo. Irónicamente, en estos momentos a través de las redes sociales, estamos expuestos a una buena cantidad de “felicidad” de los demás. Te sentirás un bicho raro preguntándote por qué eso no te sucede a ti, y por qué no eres feliz todo el rato.
La explicación de la dificultad para adquirir un estado de felicidad pleno y duradero se halla en la capacidad de adaptación del ser humano. Este maravilloso don no es sólo favorable cuando surgen circunstancias negativas, sino también cuando tienes un estado emocional positivo como la felicidad. El hombre es capaz de adaptarse a las circunstancias más difíciles pero también a las más placenteras. Seguro que si te has ido alguna vez de viaje al Caribe ( esas vacaciones tan soñadas) al tercer día te has empezado a aburrir ( de lo bueno también se cansa uno). Y este es el éxito del consumismo actual. Deseas algo, lo consigues y al poco tiempo ves que ya no te hace feliz y fijas tu atención en otra nueva adquisición. Todo llega y luego nada cambia. Porque terminas adaptándote a esa nueva felicidad hasta convertirla en tu nueva normalidad.
La felicidad no es tampoco un estado aislado, siempre es relativo a tu felicidad anterior. Cuando idealizas tu pasado en exceso, tienes más difícil encontrar esa felicidad ansiada. Es fácil pasar de lo malo a lo bueno, pero no al revés.
Y entonces, si no existe la felicidad absoluta, ¿cómo puedo aspirar a ser algo feliz? Buscándola en el sitio correcto y cambiando el motivo por el que quieres conseguirla. Si buscas la felicidad para lucirte ante los demás, probarte a ti mismo o ejercer poder nunca serás feliz. Sin embargo, si lo haces para ayudar a los demás o buscar tu crecimiento personal estarás más cerca de tu satisfacción personal.
También la infelicidad cumple su función porque te mantendrá motivado para mejorar y actuar.
