Todos conocemos a gente que teniendo muchos bienes materiales dicen no ser felices. Leemos constantes noticias de famosos que han llegado incluso al suicidio a pesar de tener “todo”, lo que pone en jaque la idea de que acumular bienes materiales da la felicidad.
Hemos entrado en una dinámica de crear y crear. Sin más, ya no nos planteamos en ocasiones si lo que hacemos tiene algún objetivo. Cada vez “necesitamos” más cosas para asegurar nuestra comodidad. ¿Podrías volver a hacer llamadas con los teléfonos antiguos en vez de con los móviles? Seguramente la respuesta sería no porque se tarda mucho en teclear el número.
Pero, a pesar de tener en la vida objetos que nos traen más comodidad, no somos mucho más felices que antes. ¿Por qué ocurre esto? La respuesta clave está en la NECESIDAD.
Cuanto más necesitemos, más frustración tendremos si no las alcanzamos. Y, en caso de alcanzarlas, no viviremos tranquilos por miedo a perderlas…
Obviamos que muchas de las cosas que nos rodean y nos proporcionan satisfacciones son GRATIS. Oler un perfume, ver un paisaje, bañarnos en el mar, saborear una comida son actividades de por si placenteras que están ahí y no necesitamos invertir mucho tiempo para su consecución. Dormir por ejemplo, es básico para nuestro bienestar emocional, pero incluso nos quitamos horas de sueño, para conseguir objetos que quizá sólo nos proporcionen instantes de felicidad.
Basar nuestro concepto de felicidad en lo exterior, hará que pasemos por alto nuestras fortalezas y que nuestro bienestar sea más frágil al depender de cosas externas.
¿Y qué necesidades son las que nos creamos? La de tener una pareja, éxito, hijos, no tener problemas, estar ocupado y tener salud son las más frecuentes.
Comienza a cambiar esas necesidades por DESEOS. Todos deseamos que las cosas vayan bien, no estar solos…pero si no lo tenemos siempre podremos buscar otra parcela de nuestra vida en la que podamos hacer algo por nosotros mismos y los demás, y así poder encontrar nuestra verdadera FELICIDAD.