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Portugal, año cero

20 febrero 2018

El Tratado de Zamora de 1143 ha sido considerado el punto de partida del nuevo Reino de Portugal y de su Primera Dinastía, la Borgoñona.

Alfonso III, rey de Asturias (866-910), busca en su expansión hacia el sur no sólo la ocupación temporal sino el asentamiento para la dominación permanente. Se repuebla el Porto que en Cale existía para controlar la desembocadura del Duero, centro urbano de sus tierras cercanas, extendidas hasta el espacio Duero-Mondego. La primera ocupación, presura, se efectúa hacia el 868 por Vimara Peres, que recibe título Condal y al poco consolida Braga.

 

Alrededor del año 874, el Monarca asturiano se dirigió hacia el sur de

Galicia, repoblando las comarcas de Chaves, Braga y Porto y, posiblemente, atravesó el Duero apoderándose de Lamego, Viseu y Coimbra.

 

En los tiempos finales del siglo IX y en el siglo X, los territorios situados entre el S. del Miño y el N. del Duero, con imprecisas prolongaciones hacia el sur, permanecen  integrados como un feudo en el Reino de León, en el que se individualizan dos estructuras ya bien diferenciadas de la Galicia ubicada al norte del Miño: el denominado Condado de Porto Cale o Condado Portucalense, con centro en la actual Porto, y el Condado de Coimbra, mucho más modesto y limitado, situado al sur del Duero, algunos de cuyos Condes están bien documentados en textos jurídicos de la época. Ambos son territorios más o menos autónomos, pero formalmente dependientes del Reino leonés.

 

La situación no era nueva. El proceso expansivo se había iniciado un siglo antes, por las actuaciones del monarca asturiano Alfonso I (739-757). Durante su reinado tuvo lugar el levantamiento de los bereberes, sublevados contra el poder central de Córdoba, quienes abandonan los territorios del norte y del noroeste peninsular para dirigirse hacia las tierras más ricas del sur. Las poblaciones cristianas aprovechan esta situación para declararse en rebeldía, reconociendo la autoridad de Alfonso I. Con todo, la ocupación efectiva del territorio tardará en llegar.

 

Durante el reinado de Ramiro II (931-951), monarca del ya Reino de León, se individualizan dos estructuras ajenas a la Galicia al norte del Miño: el Condado de Porto Cale o Condado Portucalense, con centro en la actual Porto, y el Condado de Coimbra, más modesto. Ambos casi autónomos, pero dependientes del Reino leonés. El primero había sido gobernado con una cierta libertad -bajo el dominio teórico de Ramiro II- por Mumadona Dias y su marido, Hermenegildo –o Mendo Gonçalves, Conde de Tui, y sus sucesores, uno de los cuales fue tutor y suegro del monarca leonés Alfonso V.

 

Con la llegada a la península de los almorávides, el nuevo rey de Castilla y de León Alfonso VI (1072-1109), busca la defensa de su reino y recaba el apoyo de nobles europeos. Entre ellos, dos nobles borgoñones, Raimundo que casará con la futura Reina Doña Urraca  y Enrique de Borgoña, quien en recompensa casará en 1095 con Teresa, hija natural del rey, recibiendo en dote el Condado Portucalense.

De inmediato, el Conde Enrique incorpora a su territorio el vecino Condado de Coimbra e intenta mantener de hecho una situación de independencia del reino castellanoleonés.

A su muerte en 1112, su viuda asume el gobierno del territorio, con capitalidad en Guimarães, ya que el hijo de ambos y heredero al Condado, Afonso Henriquez era un niño de tres años. Sus propósitos pasan por mantener la línea de actuación política seguida, buscando declarar al Condado independiente del Reino castellanoleonés y proclamarse su Reina.

Sin embargo, al intentar la alianza con la nobleza gallega como colaboración política para oponerse a la Corona leonesa, logró la enemistad generalizada de los nobles del territorio al inclinarse hacia la figura de Fernando Pérez de Trava, noble hidalgo gallego que comenzó a controlar todo el Condado portucalense e impuso una férrea dependencia de la hegemonía gallega con lo que obtuvo la enemistad generalizada de los nobles del territorio.

Así, al cumplir los dieciocho años, en 1128, el joven Afonso Henriquez, con el apoyo de la Iglesia de  Braga, se situó a la cabeza de la nobleza local, en abierta oposición a los propósitos de su madre, y dirigiendo un movimiento armado, la derrotó en la batalla de San Mamede, el 24 de junio de 1128, proclamándose nuevo Conde del Condado Portucalense. Un nuevo Reino se divisaba naciente. El 25 de junio de 1139 acechaba.

Y ocurrió que ese 25 de junio de 1139, hace 878 años, Afonso Henriquez, Conde del Condado Portucalense, vencía en la batalla de Ourique a una partida almorávide, pueblo norteafricano que en 1086 había invadido la península ibérica.

 

La batalla de Ourique es importante, más por su significación política que por su importancia estratégica o por sus escasas consecuencias en la Reconquista. Afonso Henriquez salió de Coimbra, mayo de 1139, para una acción de saqueo del territorio musulmán sureño.

 

Dejó atrás el castillo de Leiria y se internó por la vieja calzada romana en las casi despobladas planicies de Ribatejo y Alentejo. Y a más de 200 kilómetros de la frontera norte, en la pequeña localidad de Ourique, se enfrentó a las tropas almorávides del jefe Esmar, con seguridad en acción bélica de poca significación. Y había otra dura realidad: no era posible aprovechar el éxito obtenido y la lejanía de sus dominios condales obligaba al regreso.

 

Pero la explotación política del encuentro de Ourique, -y algunas leves victorias en encuentros parciales con los castellanoleoneses de Alfonso VII (1126-1157)- fue importante: a su regreso, Afonso Henriquez es aclamado como Soberano por la nobleza y el pueblo, de tal manera que comienza a titularse Rey. Al poco, 25 de julio, fiesta litúrgica de Santiago Apóstol, de 1139 suscribe el primer diploma auténtico con el título de rey. En 1140, Afonso Henriquez tiene de Alfonso VII el tácito reconocimiento de la conversión del Condado Portucalensis en Reino independiente.

 

Pero su inmediata adquirida condición de Rey -"de facto"- del recién constituido Reino de Portugal debía tener confirmación "de iure". Así, al poco, en 1143, se inician contactos con Alfonso VII. En ellos, Alfonso I Henriquez contó con el apoyo de João Peculiar, Obispo que había sido de Porto y Arzobispo de Braga, partidario de la constitución del nuevo Reino de Portugal. El Arzobispo realizó una mediación conciliadora entre ambos y propició su encuentro. Zamora, 4 y 5 de octubre de 1143, en la presencia del cardenal Guido de Vico, legado pontificio a la Península para poner fin a las luchas entre los cristianos que los debilitaban frente a los musulmanes, ya que retardaba e imposibilitaba la continuación del proceso reconquistador y la expansión hacia el sur peninsular.

 

En esa Zamora de 1143, Afonso Henriquez alcanza un alto beneficio político ya que se acordaron las condiciones de paz entre ambos territorios. Entre ambos Reinos, entre ambos Estados. El monarca del nuevo reino portugués no tuvo inconveniente en proclamar y reafirmar sus lazos de teórico vasallaje con el que se consideraba -en 1135 se había coronado- Emperador, Alfonso VII, quien como tal, podía recibir el vasallaje de reyes. Pero en la práctica la firma de Zamora significaba que el viejo Condado Portucalense se convertía en un nuevo Reino, en un Estado autónomo que todavía habría de recibir, en 1179, la confirmación papal de su nueva situación jurídica, que de hecho comienza a usufructuar desde ese momento.

 

El Tratado de Zamora de 1143 ha sido valorado como esencial punto de partida del nuevo Reino de Portugal. Y de su Primera Dinastía, la Borgoñona. La soberanía portuguesa, reconocida formalmente por Alfonso VII en 1143, sería confirmada por el Papa Alejandro III en 1179 mediante la bula Manifestis Probatum.

 

Alfonso VII es el primer Monarca de la Dinastía borgoñona, reinante en Castilla hasta 1368, momento del advenimiento de la Casa de Trastámara. Los dos caballeros borgoñones que habían llegado a la península para ayudar a Alfonso VI, Raimundo de Borgoña, casado con Urraca, y su primo Enrique, marido de Teresa, podían contemplar a sus descendiente como Monarcas de dos Coronas peninsulares.

 

Se comenzaban a preparar los Tiempos Modernos peninsulares y con ellos la expansión imparable de los Reinos peninsulares por todo el planeta. Y primero Portugal y casi de inmediato la España de los Reyes Católicos, y sus sucesores, construirán imperios de alcance planetario. Tras los avatares de la Reconquista, tres Coronas quedan constituidas: Aragón, Castilla y Portugal. La unión de las dos primeras hará de la península Ibérica un espacio con tres Coronas, y luego dos Naciones; aunque Felipe II sea un rey con dos coronas, la portuguesa -surgida entre Ourique, Zamora y bula papal de 1179- y la española -Reyes Católicos-. Dos coronas con dilatados períodos de uniones y de separaciones, de afectos y de odios, de pactos amigables y de duros y sangrientos enfrentamientos armados. Y en los que las tierras y las gentes del Alentejo portugués y la Extremadura española fueron las más duramente asoladas y arruinadas.

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