La crisis nos ha obligado a buscar alternativas en cuanto la forma y manera de enfrentarnos a nuevos retos, entre ellos el de consumir. Si le añadimos el vehículo en el que viajamos, el de las redes sociales, estamos en condiciones de generar nuevas posibilidades y oportunidades.
A todo esto hay que considerar las afirmaciones del economista Hayne que decía que el problema de nuestra economía es moral y no económico, ya que la clave está en lo que tenemos y no en lo que pensamos que deberíamos tener.
Un informe que emite anualmente Ericsson ConsumerLab resalta las diez tendencias para los próximos cinco años. Por su puesto lo analógico se aparta para centrarse en lo digital y en su integración en todas y cada una de las cosas que hacemos diariamente. El estudio se ha centrado en los hábitos de usuarios de smartphones de todo el mundo y con edades comprendidas entre 15 y 69 años. El resultado es lo que ya vemos y lo que veremos: diferentes aplicaciones nos ayudarán a practicar deporte, controlar nuestra salud, visitar lugares, detectar averías, etc.
Algo que por ejemplo para nuestros padres se puede convertir en un mundo, un simple mando a distancia de la televisión ya no es moderno para nosotros, proviene de la galaxia Gutenberg como decía un amigo profesor. Pero si observamos el uso que le dan los más pequeños en cualquier casa es ninguno, prefieren la tablet.
En los próximos años hablaremos y seguiremos profundizando en ciudades, ciudadanos y hogares inteligentes, contenido audiovisual en streaming, control de dispositivos a través de la mente, monederos digitales, más privacidad, mejores conexiones, mejor salud y economía colaborativa.
Esta última y no por ello menos importante, la economía colaborativa, se abre paso con fuerza como consecuencia de la crisis o gracias a ella. No en vano dicho informe indica que la mayoría de los usuarios de smartphones están abiertos a esta idea. Podemos intercambiar habitaciones libres por todo el mundo, compartir coche (las compañías de alquiler de vehículos están ya intentando adquirir las que pueden), crowdfundig, coworking (España se sitúa a la cabeza en estos espacios), solucionar los problemas a domicilio, mercadillos de intercambio hasta huertos colectivos.
Hay multitud de empresas que se han creado en España y que trabajan sobre este tipo de economía desde un consumo compartido que están asentadas sobre plataformas tecnológicas. No es factible valorar todavía el dinero que se mueve y de que forma gracias a estas iniciativas, pero a priori parece que tanto las redes sociales como la crisis han hecho que se dé un factor multiplicador.
Más allá de la colaboración que permiten las conexiones virtuales un factor clave a tomar en cuenta es que la sociedad se está reinventando. De esta reinvención la educación es y será parte fundamental, pues debe enseñar a mejorar “lo de usar y tirar” y ahondar en lo de compartir.
Si el punto de partida de la crisis fueron sumas de acciones individuales, la economía colaborativa se sustenta en suma de acciones colectivas. Se pinchó la burbuja económica y hay que buscar fórmulas para equilibrar el sistema. Los ingredientes de la receta lo integran, la educación como ya hemos dicho, un cambio cultural, un cambio económico y la apuesta por valores colectivos donde la confianza se convierte en un pilar básico.
Las propuestas que surgen en este entorno tendrán éxito si se acompañan por los ciudadanos y empresas, pero sobre todo si las instituciones públicas están dispuestas a mejorar las fórmulas. Desde los controles necesarios y la colaboración, más que desde el rechazo y la prohibición. El parche antes que la herida ya lo estamos observando en decisiones judiciales que ordenan cierres de determinados sitios web que ponen en contacto personas usuarias de determinados servicios. Alquilar el coche a un extraño o prestar dinero a desconocidos se acepta cada vez de mayor grado, pero no cabe duda que hay que perfeccionar los procesos.
Todos formamos parte, podemos participar y también influir. Es necesario establecer propuestas que solo tienen cabida bajo el paraguas de modelos sociales de progreso. Hay que apostar por incentivar el consumo para mejorar la economía, y de camino obligatorio facilitar a la sociedad un tránsito responsable y justo hacia el futuro.
Solo así veremos los brotes verdes. Sino tratarán de tomarnos el pelo desde la más absoluta irresponsabilidad como lo hacen quienes nos gobiernan. Lo de la nueva política y lo digital nada tiene que ver con las conferencias a través de una pantalla de plasma.
Feliz 2015.