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BCE: A buenas horas, mangas verdes

10 junio 2014

La Unión Europea tiene un problema de crecimiento.

La Unión Europea tiene un problema de crecimiento. Así lo atestigua el insignificante porcentaje de aumento del PIB de la eurozona de apenas el 0,2% en el primer trimestre de este año. Unido a ello, la baja inflación, incluso en Alemania, retroalimenta el débil pulso de la economía europea.

En estas estábamos cuando los resultados de las elecciones europeas han dado un severo toque de atención sobre la propia entidad de la UE y , especialmente, sobre el desarrollo de la política de austeridad a ultranza que llevamos soportando desde hace años.

El Presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, parece haber entendido el mensaje de las urnas y en días recientes señaló que los votantes europeos quieren: “empleo, crecimiento y prosperidad”. Por otro lado, el BCE reconoció el pasado día 28 de mayo que “hay burbuja en los mercados financieros y existe la fuerte posibilidad de una corrección desordenada en los flujos de capital” lo que significa que no es oro todo lo que reluce en el sistema financiero que persiste en su vicio de la ganancia fácil y la especulación, pese a las inmensas ayudas que se le han otorgado a expensas de los sacrificios en términos de paro, devaluación salarial y retroceso de bienestar que ha sufrido la práctica totalidad de la ciudadanía.

A renglón seguido y con un riesgo latente de recaída de la economía e incluso con un peligro cierto de deflación, Draghi ha decidido pasar a la acción, resucitar a Keynes y ofrecer barra libre monetaria para facilitar el acceso al crédito y para comprar deuda con el fin de animar la economía.

Esto, que ya lo habían hecho hace años la Reserva Federal de Estados Unidos o el Banco de Inglaterra se abre paso, por fin, en una Europa dominada por los ultraliberales ortodoxos que nos han provocado tanto sufrimiento en el último lustro. Las políticas de austeridad, como era previsible, han derivado en estancamiento y colocado a Europa en el borde de la deflación.

En todo caso, se trata de medidas tardías, que no cabría calificar estrictamente como de estímulo. Una reacción contundente a la crisis económica y de empleo vendría necesariamente por un plan de inversiones como el que auspicia y defiende la Confederación de Sindicatos Europea.

Está bien que el BCE condicione la liquidez a un pretendido fomento de la economía real. Se trata así de poner trabas a la práctica extendida de la banca, la española también, de utilizar los fondos de liquidez que facilita el BCE para comprar deuda soberana de países periféricos para hacer caja, en lugar de destinarlos a dar crédito a pymes y particulares.

Ahora bien, una cosa es tener liquidez y otra muy distinta conceder más créditos. No se percibe mucho entusiasmo por parte de nuestras entidades financieras en ese sentido. Con esta inyección de liquidez lo más probable es que los bancos concedan los préstamos que ya tenían previsto conceder y a un mejor interés, pero no irán mucho más lejos. En el IV Trimestre de 2013 los créditos concedidos en Extremadura cayeron un 2,66% sobre el trimestre precedente y un 11,52% en la comparativa interanual.

Europa tiene además en la deuda pública otro gravísimo problema que se trata soslayadamente. En 2007, en Europa, se situaba en torno a 18.000 euros y en España 8.400 euros por persona. En 2013 está en 28.000 euros y 21.000 euros, respectivamente y va en sentido creciente. Estamos obviando este problema que puede ser un enorme impedimento a cualquier recuperación. Hay que reformular el tratamiento de la deuda con alternativas como los eurobonos de forma que el exceso de la deuda hasta el 60% se pueda canalizar sin que perjudique las necesidades de crecimiento y de creación de empleo.

A los problemas de la deuda y el desempleo, el BCE se ha mostrado hasta ahora bastante insensible, sólo actuando como ahora en el último minuto y con el permiso de la todopoderosa Alemania. Sólo se comportaba de forma rigurosa frente a la inflación, también por conocida aversión alemana a dicha magnitud. La apreciación del euro en los últimos tiempos está siendo también un serio obstáculo en este camino. A todo ello nos ha llevado la aplicación a ultranza de la política de austeridad. Las nuevas medidas de Draghi son un cambio, no uno de 180 grados, pero sí un tibio cambio que esperemos tenga repercusión positiva en la crítica situación por la que atravesamos.

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